lunes, 29 de noviembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XIII

Capítulo 13

Me sorprende la tranquilidad con la que habla, como si irse a la guerra fueran unas vacaciones. Suspiro y me pongo en pie buscando mi ropa, mi marido hace una reverencia y sale de la habitación. Cuando me visto me reúno con él en la sala de Estrategia. Está apoyado en la mesa, solo, mirando el mapa fijamente, inmerso en sus cavilaciones. Me coloco a su lado.
-Sabes ya qué hacer.- Niega con la cabeza y sigue mirando el mapa. Señala un punto, un valle a medio camino entre Derán y Kniss.
-No llegaremos más lejos de aquí esta noche, tendremos que acampar por esta zona.- Me acerco y miro el lugar imaginando las posibilidades de un ataque. Suspiro.
-Sería el lugar ideal para un ataque.
-Eso ya lo he pensado.- no le comprendo y se lo hago saber.- Simplemente tenemos que esperar a que nos ataquen… y estar preparados.- Me explica paso a paso su plan, que, aunque no es brillante, nos permitirá despertar con vida. No se me ocurre nada que corregirle, así que ambos permanecemos en silencio esperando a que alguien nos llame para desayunar.
-¿Ha partido ya tu padre?.- pregunto fingiendo indiferencia, pero la realidad es que no le quiero tener ni un minuto más en mi castillo.
-Aún no, dice que vendrá con nosotros.- No puede evitar tensarme.
-Es peligroso, él ya es mayor.- No le da tiempo a responder, ya que una criada nos anuncia que el desayuno está servido. En la mesa se encuentra Garlión, bebiendo vino y comiendo todo lo que está servido. Cuando nos ve se echa a reír.
-Princesita, princesita, o debería decir reinecita, reinecita.- Aprieto los puños evitando responderle. Mi marido me toma la mano con cuidado.- Y dime Reina de Kniss, ¿me darás ya un nieto?- Pienso responderle algo cuando Keneth se adelanta.
-En ello estamos, padre.- Y toca mi vientre con delicadeza, como queriendo decir que ahí puede haber ya un bebé. Su padre sonríe, satisfecho. Y felicita a su hijo mientras bebe sin cesar. No desayuno demasiado, tampoco tengo hambre. Mando llamar a Garel a la Sala de Estrategias, y, disculpándome, voy yo misma a esperarle. Cuando aparece se muestra sonriente, tranquilo.
-¿No tienes miedo?- Pregunto. Él niega, mientras se me acerca, me abraza con cuidado, enterrando la cabeza en mi pelo.
-¿Y tú?- tardo unos minutos en responder, la respuesta es obvia, aunque Keneth tenga un plan, a mí no me convence. Permanecemos así abrazados hasta que Saskia entra por la puerta, no nos molestamos en separarnos, ella es de confianza.
-Majestad.- no hace falta que le diga nada para que vuelva a tratarme de Syra.- Me gustaría pedirte… me gustaría ir con vosotros hacia Derán, y hacia Forald.
Me separo de Garel y me acerco a ella, mirándola extrañada.
-Me gustaría saber si es cierto que Alec ha muerto…- titubea, pero no me extraña.- si es así dar el pésame a sus padres…
Mi amigo se acerca enervado dispuesto a abofetear a mi mejor espadachín. Me interpongo para que no le alcance.
-¡Cómo puede decir eso! ¡Es un enemigo de Kniss!
-¡Garel!- al ir su nombre se calma pero sigue mirando con desprecio a Saskia.- Alec por ahora es sólo un príncipe, no tiene nada que ver con las decisiones políticas de su padre.
Me mira, con horror, como si no pudiera imaginar que yo le dijese eso. Se va con paso firme y deduzco que estará molesto durante un tiempo. Saskia se acerca y se disculpa, le resto importancia y le comunico que podrá venir con nosotros.
Mi marido me espera con los caballos ensillados y todo el ejército que nos acompañará, ya en guardia. Puedo ver la cara de enfado de Garel, y como evita mirarme a toda costa, Keneth lo nota, y me mira interrogante. Cuando comenzamos la marcha decido quedarme en la retaguardia, con Saskia, no hablamos, pero su compañía silenciosa me agrada. Garel se retrasa a dar un par de órdenes y nuestras miradas se cruzan, finge no haberme visto. Mi amiga se coloca a mi lado.
-Tú me entiendes ¿no?- asiento.
-Haría lo que fuera por Garel, incluso enfrentarme al enemigo.
-Él haría lo mismo por ti.- no respondo, espero a que Saskia se aleje de nuevo y espoleo mi caballo a la altura de mi marido.
-¿Ocurre algo con Garel?- suelto un suspiro resignado, y él deja el tema.
Antes de caer la noche llegamos a las montañas, que nos harán de cobijo esta noche. Keneth da unas pocas indicaciones y él y yo nos separamos del grupo, encaminándonos hacia un camino pedregoso. Llevamos un cuarto de hora de camino, cuando vislumbramos a lo lejos una luz, titlante. Nos acercamos con sigilo, mi rostro muestra todas mis dudas y él me sostiene la mano con delicadeza cuando bajo del caballo. Ante mis ojos aparece una diminuta cabaña de madera, un pequeño humo de un color extraño sale de la chimenea, estamos en medio del bosque y la sensación es aterradora. Me acerco aún más a Keneth, aunque trato de no mostrarme asustada. Cuando llegamos a la puerta puedo ver que está mohosa, pero mi marido la empuja sin miramientos, ni siquiera llama. Dentro hay una figura, sentada en un taburete, mirando el suelo. Parece que no respira, está inmóvil, y, aunque estoy segura de que nos ha oído entrar, no hace el menor movimiento.
-Soy Keneth.- murmura mi acompañante. En un instante la figura está de pie enfrente de nosotros. Es una mujer, alta, con el cabello de un rubio platino y mechones oscuros. Sus ojos son de un blanco ligeramente metalizado, me traviesan y le noto inspeccionar mi alma. Tiene un rostro dulce y hermoso, infantil, como el de una niña que ha crecido de repente. Entonces me sonríe.
-Tú debes de ser la esposa de Keneth, la reina Syra de Kniss.- no muevo ni un músculo, pero ella hace una elegante reverencia. Lleva un vestido oscuro hasta los pies de anchas mangas, ceñido a la cintura con un trozo de tela a modo de cinturón.
-Syra, esta es mi gran amiga Iraís, ella nos va a ayudar.- Comienzan a hablar en un idioma que no comprendo, Iraís parece encantada de que Keneth haya venido a visitarla. Nos ofrece un té que, pese a su aspecto repugnante, resulta delicioso. Durante al menos una hora permanezco en silencio, dejando que ellos hablen, sin preguntar, si interrumpir. La cabaña de la chica no es precisamente acogedora, la madera está húmeda y el frío te cala hasta los huesos, hay botes con diversos contenidos repartidos por la única habitación. No veo cama ni camastro, tan siquiera unas mantas, tampoco hay comida, sólo olores repugnantes. La voz de Iraís es delicada, pero su hablar rápido y conciso. Cuando acaban ambos se ponen en pie, yo hago lo propio. Nos despedimos se ella y retornamos al campamento con los caballos. Por el camino Keneth me explica qué hacer a continuación. En un lugar cómodo montaremos las tiendas más grandes, en las que Garel y Saskia se harán pasar por nosotros, en cambio, nosotros dos dormiremos en las tiendas barracón. Le miro con firmeza.
-Como el ocurra algo a Garel…- le amenazo, él sonríe.
-Lo sé, eres capaz de cortarme la cabeza con tus propias manos y enfrentarte a todo el ejército de Derán tú sola.- Asiento, dejándole claro que haría exactamente eso. Cuando llegamos a dónde el ejército está apostado se nota la impaciencia, y cuando mi marido explica el plan, la incomprensión.
Al ser ya noche cerrada todos nos metemos en nuestras tiendas, pero antes de ir a la mía me paso por la de Garel. Él me mira con indiferencia, pero yo le sonrío.
-Tienes la orden de que no te pase nada, soldado.- Logro que sonsaque una sonrisita que me tranquiliza.
Aún no he logrado conciliar el sueño cuando suenan unos golpes, inmediatamente después, estallidos. Me levanto a todo correr, y sin pensarlo, tomo mi espada y me lanzo hacia la tienda de Garel. Keneth me sujeta, impidiéndome avanzar.
-Tienes que dormir.- grita.
-No puedo dormir, Garel y todos nosotros estamos en peligro.- Pero no hay peros que valgan, mi marido acerca un paño húmedo a mi rostro y me duermo inmediatamente.

Mi despertar es violento, como si acabase de despertar de una pesadilla. Por mi mente pasan imágenes de Syra, Garel, Keneth e Iraís. Trato de respirar con normalidad, pero de pronto observo como al mi alrededor están reunidas un grupo de sombras, murmurando unas palabras en algún idioma extraño. No puedo por menos que chillar.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XII

Capítulo 12

Aún tardo unos minutos en levantarme, no puedo evitar temblar de miedo, aunque no tardo en descartar a las sombras, ellas no son tan ruidosas.
En efecto, es algo más sorprendente que las sombras, es Éren. Su pelo rubio es débilmente iluminado por una farola. Me pongo un abrigo encima del pijama y bajo tratando de hacer el menor ruido posible. Aún con el abrigo el frío me paraliza momentáneamente. Veo a Éren apoyado en la farola, mirándome con desgana. Me acerco a él fingiendo desinterés y enfado, aunque en verdad disfruto de su presencia.
-Sabes algo de Gwen.- Noto una punzada en el corazón, había tratado de no pensar en ella. La imagino sola, débil, con el pelo enmarañado y los ojos rojos de tanto llorar. Unas diminutas lágrimas resbalan por mis mejillas, lo que hace reaccionar a Éren de inmediato, ya que se tensa y se me acerca con cuidado.
-Lo siento.- Me pone la mano en el brazo con cariño, pero yo le aparto con brusquedad. Mis ojos le miran, acusadores, dejándole bien claro lo que pienso de él. Se muestra sorprendido, parece que me creía incapaz de pensar así de él.
-Pero yo…yo no he tenido nada que ver con su desaparición.- murmura. Parece no encontrar las palabras suficientes.
-Me quieres hacer creer que tras dejar a Gwen sola con vosotros, ella desaparece misteriosamente y ni tú ni tu hermana habéis tenido nada que ver.- He levantado mucho la voz pero ahora eso no me preocupa, él está dolido, pero no parece sentirse culpable.
-Cómo puedes hablar así de mí, Iara, me conoces, sabes que no soy capaz de hacerle nada malo a Gwen.- trata de excusarse por todos los medios, pero no le creo, ya no.
-Antes sí te conocía, pero Éren, has cambiado, ahora es tu hermana quién dirige tu vida. Shyrell nos odiaba a ambas, no lo puedes negar, así que ahora trata de cubrirla a ella.- Él da unos pasos hacia atrás y se apoya en la farola. Mira al suelo y se remueve el pelo.
-Esto no tenía que ser así.- Alza la vista y calva sus ojos verdes en los míos.- Tú tienes que creer en mí.
-No puedo creer en ti, porque ya me has tomado demasiado el pelo. Confié en ti, en tu amor, y lo único que hiciste fue dejarme de lado, me dejaste sola cuando todo empezó a ir mal.- Estoy llorando a lágrima tendida y me pecho se mueve violentamente cada vez que trato de respirar.
-Ese no es el tema ahora, Gwen ha desaparecido y tú me vienes con viejos rencores.- Doy media vuelta y abro la puerta de casa. Me paro un instante para coger aire, entonces me giro.
-La próxima vez que vengan las sombras déjame ir, deja que me marche con Syra, permíteme dejar este mundo que ya no tiene nada para mí.- No puede ocultar su sorpresa.- Porque sé que sabes lo de las sombras, y quizás también lo de Syra.
Entro en casa y me meto en la cama tratado de dormir los minutos que me quedan hasta que suene el despertador.
Cuando bajo a desayunar mi tía me observa fijamente.
-Te he oído salir de casa esta noche.- Me tenso irremediablemente y trato de parecer tranquila.- Os he visto a ti y a Éren. ¿Qué ha ocurrido?
-Sólo que le he dejado bien claro que no quiero saber nada de él.- Tía Margot baja la vista, sé que le caía bien Éren, pero esto es cosa mía.
-Irás a la comisaría hoy.- asiento.
-Pero antes iré a dar una vuelta.- añado. Ella me mira extrañada pero no dice nada.
Hoy no he ido al colegio, todos lo entienden, debe ser complicado que desaparezca tu mejor amiga, murmuran. He pasado toda la mañana en casa de los padres de Gwen, hablando con ellos. La policía dice que la última vez que la vieron fue cuando se despidió de Shyrell y Éren y fue a buscarme.
Al medio día tengo que ir a la comisaría, pero en vez de ir directamente doy un rodeo. Me meto en un callejón estrecho y oscuro y me quedo quieta, guardando un sepulcral silencio.
-Sombras.- digo en voz alta.- Sé que sabéis que estoy aquí. Llevadme con vosotras.- Pasan unos segundos pero el silencio sigue siendo mi único compañero. Empiezo a ponerme nerviosa y a taconear. Trato de visualizar el lugar blanco al que me llevaron, pero tampoco ocurre nada. Oigo unos pasos tras de mí, es Éren.
-¿Cómo sabías que estaba aquí?- Pero no puedo escuchar la respuesta, ya que las sombras me llevan consigo.
Él lugar sigue igual y el mismo ser surge de la nada y se acerca. Estoy inquieta y soy incapaz de mirar directamente a esa criatura.
-Quiero que me llevéis con vosotras.- El ser sonríe, o eso intuyo que hace. Tiende su brazo hacia mí pero yo lo esquivo.- Primero quiero saber dónde está Gwendoline.
Parece que el monstruo lo medita y mira a su alrededor, como si lo consultase con alguien.
-Ese es el nombre de la humana.- Dice con mucho esfuerzo, su voz no es natural, suena como una máquina que repite palabras que alguien desganado le ha dicho.
-La tenéis, sabéis dónde está.- grito, el ser extiende su brazo y trata de atraparme.- Devolvedla, tenéis que devolverla al mundo real.
Noto unas manos que se ciñen a mis hombros y trato de desasirme. Cuando quiero darme cuenta estoy en el callejón desde donde me llevaron las sombras. Éren me sacude con fuerza los hombros.
-¿Qué ha pasado?
-Ellos la tienen.- Y me desvanezco.
Me he despertado brevemente y he visto a mi tía Margot preocupada, pero no puedo evitar volver a dormirme.

-Alguien las está controlando.- Murmura la mayor.
-Eso ya lo sabíamos.- Apostilla la joven.- Ahora sólo falta saber quién.

Me despierto temprano, pero aún así mi marido ya está vestido y se ciñe la espada al cinto.
-Buenos días Syra, hoy partimos a la guerra.- Anuncia.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Las Hijas de la Luna-XI

Capítulo 11

Miro alternativamente de uno a otro sin comprender nada. Me cubro con las sábanas en una acto reflejo al darme cuenta de que estoy en camisón, ambos ríen. La perplejidad se muestra en mi rostro y ellos se miran entre sí, como pidiéndose permiso para hablar. Al final es Garel el que habla.
-Recuerdas que te desvaneciste.- Asiento, el ser que apareció en ese espacio blanco no ha abandonado mis sueños, tampoco dejo de pensar en Iara.- Te recogimos y te llevamos a tus aposentos.- comienzo a enrojecerme. Garel pone una sonrisa picarona y bajo la cabeza.
-Pedimos a una de tus damas de compañía que te cambiase.- ataja Kenth al ver la tensión que se ha creado.
-¿Y dónde has dormido?- le pregunto con sincera preocupación.
-Aquí.- sonríe, y me fijo que lleva la ropa de dormir. Trato de respirar con normalidad, es mi marido, es lo lógico. Noto que Garel está incómodo. Cruzo un par de miradas con mi Consejero.- Es una larga historia. Arréglate para la Coronación y te la cuento.
Trato de sonreír pero tengo la mente demasiado embotada. Cuando los dos chicos salen por la puerta permanezco sentada, en silencio. Ayer vendí mi vida al hijo del rey más despiadado que conozco, ayer perdí a Garel para siempre, hoy tomaré las riendas me mi reino, hoy sentenciaré mi destino. Pienso en Iara, recuerdo que ha ido a hablar con su madre, recuerdo el cementerio y la lápida. En mi habitación cuelga un tapiz tejido a mano con una frase que mi padre dejó para mí “Toma decisiones, si son justas y sensatas, sean cuales sean, síguelas hasta el final”. Él sabía que yo sería reina, ese fue su último consejo. Yo tampoco conocí a mi padre, hay múltiples cuadros suyos por palacio, pero nunca le conocí en persona. Dicen que era un hombre sabio, muy callado, centrado siempre en sus pensamientos, era un rey prudente y bondadoso, pero hacía pagar cara la traición. Casado con la Duquesa de Wollden, pero nadie sabe quién fue su amante, mi madre. Sólo se sabe que meses antes de que yo naciera se le veía muy feliz. El día de mi nacimiento cayó una pesada tormenta, pero el rey insistió en salir y tardó varias horas en volver, cuando lo hizo me llevaba en brazos, parecía fatigado y melancólico. Entró en palacio y me depositó en el trono.
-Ella es mi hija, Syra, será la reina de Kniss.- Tras esto se desmayó, le recogieron y llevaron a sus aposentos, pero el rey moría minutos después. Según los médicos fue el aguacero el causante de su muerte. Su nombre era Darren, como muestra en el tapiz, no parece muy mayor, probablemente no llegase a los treinta. El tapiz le muestra sentado en su trono, imponente, con la corona real, en sus brazos hay un bebé, yo. La parte superior del tapiz reza “Del rey Darren de Kniss a su hija Syra, heredera al trono” y en la parte inferior se encuentra la frase que mi padre dejó como consejo y legado. La orden de hacer este tapiz fue lo último que dijo antes de morir. Dicen que abrió los ojos y con las pocas fuerzas que le quedaban lo describió palmo a palmo, tras esto exhaló su último aliento.
Tengo el corazón encogido, recuerdo esta historia a menudo, pero hoy su presencia y sus palabras están más presentes en mi mente que de costumbre. Tomo aire y me arreglo, ha llegado el gran momento.
La sala del trono está decorada con oro y plata y los asistentes van perfectamente engalanados, si ayer la boda fue majestuosa hoy no es menos. Mi marido me espera en la puerta y me tiende la mano que tomo con una sonrisa sincera, me acerco a su oído.
-Me vas a tener que contar esa historia tan larga.- Su risa es lo último que oigo antes de que las trompetas comiencen a sonar y la gente se levante. Caminamos por el pasillo central, detrás de nosotros camina Garel y otros hombres que serán nombrados ministros. Pienso en lo injusto que es que no haya ministras cuando llego al trono. Es la Regente la encargada de dirigir la ceremonia, primero suelta un pequeño discurso en recuerdo a mi padre, todos bajamos la cabeza y guardamos un minuto de silencio en su memoria. Tras esto la Duquesa de Wollden dice mi nombre, me acerco a ella y me pongo de rodillas, la imposición de la corona debería de ser realizada por mi padre, vuelvo a pensar en sus palabras. Cuando noto el peso de la corona mi corazón late desenfrenadamente, al ponerme de pie la Regente dice mi nombre con solemnidad.
-Syra, reina de Kniss.- se me escapan unas lágrimas de emoción, pero nada se detiene. Inmediatamente después corono a mi esposo como Keneth, rey de Kniss. Tras esto nombro a todos los ministros y también a Garel, como Consejero Real. Veo a Garlión salir de la sala, lo que me extraña. Cuando la ceremonia termina hay preparado un gran banquete en los jardines de palacio. No tengo hambre, así que remuevo la comida que me dan de un lado al otro del plato, pero apenas pruebo bocado, Garel me mira preocupado y Keneth da buena cuenta de los manjares que nos sirven. Cuando la comida finaliza me levanto y me alejo del barullo, sentándome en un banco de piedra. Me gustaría ordenar mis ideas, pero mi marido se sienta a mi lado, relamiéndose de gusto.
-Ha sido una comida exquisita.- comenta con una amplia sonrisa.
-Sí.- murmuro, mientras me fijo en las diferencias entre su sonrisa y la de Garel. A Keneth le salen unos adorables hoyuelos al sonreír.
-Pero si no has probado bocado.- Le miro impresionada.- Que yo como no quiere decir que no vea si tu comes. Eres mi esposa, me preocupa que estés sana.- Bajo la mirada.- Hoy he dormido en tus aposentos para guardar las apariencias,- Conecto todos mis sentidos para escucharle.- Ayer te desvaneciste, pero claro, no podíamos ir diciéndolo a todo el reino, y mucho menos a mi padre.- Suelto un gruñido incontenible y él ríe.- Sí, sé que no os lleváis muy bien. Pero no te preocupes, mi padre no se lleva bien con ninguna mujer, sobre todo si ostenta un cargo de poder.- Le miro con los ojos encendidos de furia.- Tranquila, yo no opino como él.- Relajo los hombros y sonrío.- él piensa que las mujeres sólo sirven para dar hijos, pero yo opino que, si son inteligentes, pueden ser tan capaces como nosotros. Y sé que tú eres muy inteligente.- Este chico me está empezando a gustar, pienso, es inteligente y encantador.- Pero imagínate qué pensaría mi padre si le digo que no hemos consumado nuestro matrimonio en la noche de bodas, pensaría que no sirves para nada y que no vas a tener un heredero para Kniss y Derán.- Asiento.- Así que fingí que pasamos la noche juntos, y he hecho algún comentario como que creo que serás muy fértil para que mi padre no tenga sospechas.- Le doy la razón, hay que cubrirnos las espaldas. Pensándolo bien, tendré que quedarme embarazada pronto si no quiero despertar habladurías. Estoy pensando en eso, preocupada, cuando un mensajero del reino de Derán se acerca y solicita la presencia de Keneth ante su padre, él asiente y se despide con un beso en la frente. Sigo pensando en lo del embarazo cuando noto que Garel se sienta a mi lado, sé que es él, lo huelo, lo siento.
-Parece que estáis tomándoos mucho cariño el principito y tú.- No puedo evitar sonreír.
-Es encantador, creo que me empieza a gustar.- Él baja la mirada y me doy cuenta de que no debería haber dicho eso.
-Te ha contado ya lo que ha tenido que ir diciendo por ahí para que nos sospechen.- Sé que sufre, yo también, pero mi deber como reina está primero, y lo sabe.
-Sí, por lo que se ve tendré que quedarme embarazada pronto si no quiero levantar sospechas.- Me acerco a él.- Garel, sabes que te sigo queriendo, pero soy la reina de Kniss.
-Y yo el hijo de un Consejero.
-Garel, lo has sabido siempre, no creas que a mí no me duele, pero hay que ser realistas.- Me acerco y le beso con ternura, aunque él tarda en corresponder mi beso. Oigo a alguien acercarse y me alejo con cuidado de mi amigo, es Keneth.
-Syra, te necesito en la Sala de Estrategia.- Mira a Garel.- A ti también consejero.
En la Sala de estrategia se encuentra Garlión, dos hombre de Derán y ahora nosotros tres, me sorprende no encontrar a la Regente, pregunto por ella, ahora no es asunto suyo me responden. Garlión preocupado me mira.
-Ha habido una ataque a una de mis ciudades fronterizas.- Me tenso.- Por todos los dioses.- Brama.- Si aún no os hemos presentado en Derán.
Keneth y yo cruzamos una mirada angustiada. Él se gira hacia Garel.
-Consejero, que crees que debemos hacer.- mi amigo tarda en responder, cruzamos una mirada para saber lo que pensamos.
-Debemos lleva un pequeño ejército de Kniss para apoyar al ejército de Derán, así verán que nos hemos unido, si pudiéramos pedir un pequeño ejército de cada país de la Alianza sería mejor.- Todos asentimos.
-Pues dicho está.- sentencia mi marido.- Vamos a la guerra.
No logro dormir, mañana partimos hacia Derán y estoy intranquila. Keneth está a mi lado, luchando también con el sueño, pero eso no me ayuda a tranquilizarme.

Aunque trato de pensar en Syra y recordad la magnificencia de su coronación no puedo evitar pensar en Gwen, sólo de pensar que ha desaparecido se me encoge el corazón. De pronto oigo un golpe en la ventana, como una piedra que ha chocado contra el cristal.

domingo, 7 de noviembre de 2010

La Hijas de la Luna- X

Capítulo 10

Me cuesta acostumbrar la vista a la oscuridad, estoy demasiado abstraída pensando en Syra como para preocuparme de si las sombras están ahí. Es curioso lo que ha pasado, primero me han cogido a mí y me han preguntado por ella, después la han cogido a ella y le han preguntado por mí, pero no han sido capaces de cogernos a la vez. Estaría bien, supongo, conocer al fin en persona a Syra, que se acaba de casar. Tiene la misma edad que yo y está casada, me llama poderosamente la atención. Pero hay algo más que hace que no logre pegar ojo, es la frase del preso, cuando le decía que podía pagar a quién le dijese dónde estaba su padre. Eso me hace pensar en mi madre. Miro el reloj, es muy temprano. Me levanto decidida, tras vestirme, salgo de casa tratando de hacer el menor ruido posible. Mis pies me llevan automáticamente a dónde quiero ir, al cementerio municipal. No tardo en encontrar lo que ando buscando, la tumba de mi madre. El Campo Santo está muy tranquilo, apenas se oyen a los pájaros en los cipreses, que se levantan imponentes, vigilando, como guardianes atemporales, el descanso de las almas de los difuntos. Aquí el aire es siempre puro, parece que la contaminación de la ciudad no logra traspasar las puertas de este lugar. Siempre que vengo al cementerio me siento en una roca que hay justo enfrente de la tumba de mi madre, antes cojo unas margaritas de la entrada, dónde siempre hay unas cuantas flores solitarias. Miro la lápida que tengo enfrente, de un gris plomizo, es seria y neutra, como todas las de alrededor. El nombre de mi madre aparece esculpido en letras demasiado rectas “ELAINE”. Cada vez que vengo me detengo a mirar las letras, trato de imaginar el rostro de mi madre a través de de su nombre, siempre la imagino sentada en un banco, con un vestido blanco, cabellos oscuros cayendo sobre su espalda, su melena más larga que la mía, pero sus ojos son oscuros, su belleza clásica, rostros dulce, manos serenas y delicadas, una sonrisa sincera y abierta. No he conocido a mi madre, murió cuando yo nací, y de mi padre no sé nada. En voz baja relato a mi madre lo que ha ocurrido con Syra, lo de las sombras, también le relato los problemas con Éren y su manipuladora hermana. Cuando he acabado de explicarle todo me siento mejor, le dedico una última sonrisa y vuelvo a casa con paso cansino y pensativo. Al entrar veo que mi tía no me ha echado de menos, la verdad es que es demasiado pronto para que me haya sonado el despertador. Es por eso por lo que cuando me ve entrar por la puerta se le atraganta el café. Sonrío para tranquilizarle.
-Estaba viendo a mamá.- Le comunico. Siempre que se acuerda de su hermana tía Margot pone una sonrisa melancólica y me mira con cariño, supongo que tratando de ver en mí algún rastro de ella. Me preparo el desayuno y ambas nos sentamos. Al principio el silencio es palpable, pero entonces hago la pregunta que siempre me gusta hacer.
-¿Cómo era mi madre?- mi tía suspira y se lleva una tostada a los labios.
-Era una mujer magnífica.- Lo sé, pienso, lo llevo sabiendo desde que era niña.- Muy inteligente, guapa, divertida, muy buena.- Se ríe de algo que sólo ella conoce.- También era muy testaruda e impulsiva. Tenía el pelo de un color parecido al tuyo, pero más largo, pero sus ojos eras oscuros, supongo que los tuyos los habrás sacado de tu padre.- Mientras que mi tía siempre está dispuesta a hablar de mi madre, me enseña fotos de ella y me cuenta anécdotas, mi padre es un tema tabú.
-¿Quién es mi padre?- pregunto, siempre he querido saberlo. Me duele pensar que puede estar vivo pero que mi tía no quiera decirme quién es sólo porque no se quedó conmigo cuando nací, porque ella tuvo que hacerse cargo de mí y no ha podido tener una vida.
- Tu madre era una mujer muy lista, era investigadora, había estudiado Historia y Literatura.- Ya estaba cambiando de tema.- Supongo que fue investigando uno de sus temas cuando conoció a tu padre.- Me tensé sin pensarlo.- Sólo le vi una vez, era un hombre atractivo, tu madre no me lo presentó, tenía el pelo oscuro y los ojos claros, de un tono cercano al verde. Cuando le vi estaba besándola, se veía que la quería, antes de despedirse tocó su vientre y sonrió, parecía orgulloso. No volví a saber de él, el día que tu madre te tuvo no estaba en el hospital. Acompañé a tu madre hasta el paritorio, justo antes de entrar le pregunté por tu padre, sonrió.
-Está, créeme, está.- Y entró, pero yo no le vi por ninguna parte. Cuando volví a verla estaba realmente deteriorada, postrada en la cama, respiraba con dificultad, te miraba con cariño, pero sus brazos apenas tenían fuerza para sostenerte. Entonces me miró, con el rostro cubierto de lágrimas y de sudor.
-Esta es Iara.- asentí y me ofrecí para ir a por algo de comer. Cuando volví, tu madre había muerto. Tú seguías en sus brazos, llorando desesperadamente, te cogí y comencé a llamar a las enfermeras, pero nadie supo decirme la razón del fallecimiento de tu madre. Durante unos mese busqué arduamente a tu padre, pero nunca lo encontré, por lo tanto yo me quedé con tu custodia.
Ambas lloramos a mares, es un momento intenso, en el que parece que todo a nuestro alrededor se ha parado y sólo las palabras de mi tía ocupan el tiempo y el espacio. Trato de respirar con dificultad, se ha hecho tarde, el reloj de la cocina me confirma que no se ha parado el tiempo como esperaba. Me despido de tía Margot con un beso en la mejilla y salgo disparada, tras coger la mochila. He perdido el autobús así que voy andando, lo que hace que llegue aún más tarde. Cuando el profesor acaba de echarme la bronca me siento en mi sitio con aire distraído, Gwen no está en clase, pero no me extraña, seguro que cuando me fui de casa de Shyrell esta empezó a meterse con ella y a hacérselo pasar fatal. Me siento culpable y me prometo ir a casa de Gwendoline cuando acaben las clases. Pero cuando salgo Éren me espera apoyado en la pared. Paso a su lado fingiendo no verle.
-Iara.- tardo aún unos segundos en girarme, parece preocupado.
-¿Estás bien?- Asiento y continúo andando, él comienza a caminar a mi lado. Permanecemos ambos en silencio contemplando el suelo fingiendo interés. Me siento cohibida ya que en el fondo de mi corazón estoy encantada de que Éren se preocupe de mí, de que camine a mi lado, pero por otro lado sé todo el daño que me ha hecho. Durante esos silenciosos minutos fantaseo con sus besos, con los pasados y los que deseo en el futuro. Imagino cientos de veces que me coge de pronto y me besa. Con cada bocanada de aire, cada segundo que pasa, mis fantasías se acrecientan.
-Ayer.- comienza, dejo de respirar momentáneamente.- Te desvaneciste de pronto.- parece que se le corta la voz.- qué ocurrió.
Por mi mente desfilan las imágenes, las sombras envolviéndome, el ser que surgía de ese blanco sucio, sus palabras, que preguntaban por Syra. Recuerdo de pronto unas palabras de Éren y su hermana.
-Me pedisteis que no me fuera.- empiezo a decir, juraría que su rostro ha palidecido.- A dónde os referías.
Se queda cortado, veo en sus ojos que trata de inventar alguna excusa rápidamente.
-Te vimos palidecer y perder el equilibrio, supusimos que ibas a desmayarte.- No me apetece discutir. Tras un trecho más en silencio llegamos a casa de Gwen. Permanecemos unos instantes mirándonos el uno al otro, en silencio.
-Tengo que ver a Gwen.- Anuncio, él asiente sin demasiado convencimiento. Mi corazón se acelera esperando un beso, que nunca llega. Le veo alejarse mirando al suelo. Trato de contener mi rabia y pateo disimuladamente el suelo. Cuando logro respirar diez veces sin tener ganas de chillar llamo a la casa de Gwendoline. Su madre me abre.
-¿Está Gwen?- Pregunto con una fingida sonrisa radiante.
-Pero no estaba contigo.- me pregunta preocupada. Niego con la cabeza.- Pensaba que había pasado la noche en tu casa, no contesta al teléfono y no ha venido a dormir.
Ambas nos empezamos a preocupar. Su madre llama a la policía. Cuando llegan los agentes nos interrogan. Yo les cuento que estuvimos en casa de Éren y Shyrell, pero parecen bastante incrédulos, probablemente piensan que ha pasado la noche en casa de algún chico. Pero de ser así, pienso, me hubiese llamado por la mañana para contarlo todo con detalle. Al final la madre de Gwen me manda a casa, cuando se lo cuento a mi tía no da crédito.
Tardo mucho en conciliar el sueño, Gwen y Éren ocupan mi mente impidiéndome dormir.


Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Entre las preocupaciones de Iara y las mías propias, apenas puedo dormir. Cuando logro situarme recuerdo el día de ayer, la charla con el falso Alec que se quitó la vida ante mis propios ojos, el beso con Garel, la boda, las sombras en el pasillo, el ser misterioso del lugar blanco, tras eso no recuerdo nada. Abro los ojos lentamente al notar que alguien me sostiene la mano. Es Garel, que me mira con cariño, estoy tendida en mi cama, él está a los pies de la cama, sujetándome la mano con cariño. De pronto caigo en la cuenta de que esto no tendría que ser así, debería estar con mi marido, Garel tendría que estar aquí. Me incorporo bruscamente y contengo un chillo desesperado.
-Qué haces aquí Garel. Dónde está mi marido.- Grito histérica.
-Estoy aquí.- Dice la voz de Keneth, que está de pie al otro lado de la cama. Suspiro aliviada.

martes, 2 de noviembre de 2010

NO a la Homofóbia


Como no, este post viene a raíz de unas noticias que he visto hoy en el telediario y que me han parecido sinceramente vergonzosas. Os las expongo:


-El primer ministro italiano Silvio Berlusconi ha hecho unas polémicas declaraciones tras darse a conocer el amorío que tuvo con una joven marroquí, menor de edad. La frase de la polémica ha sido: " Es mejor que me gusten las mujeres guapas que ser gay"

Como es lógico esta comparación ha levantado muchas ampollas, ya que no se espera esta especie de discriminación por parte de un alto cargo de un Estado.


- Por otro lado la otra noticia que ha hecho saltar chispas es la de que cuatro menores han atacado a un par de hombres por creer que eran homosexuales. Los jóvenes increparon a la pareja su relación y tras esto les apuñalaron, dejando a uno de ellos herido de gravedad por heridas en el abdomen.


Ahora es cuando doy mi opinión y es, sencillamente, que me parece una vergüenza que esto ocurra en pleno siglo XXI, cuando se supone que hemos aprendido a respetar a la gente. De verdad me avergüenza pensar que a día de hoy esté gobernando gente que siga sin ser capaz de respetar a las personas y dejar que amen a quien ellas deseen. Y que jóvenes, menores, se enfrenten y apuñalen a una pareja por creerla gay, me parece muy triste, sobre todo porque los jóvenes son el futuro, y si el futuro no entiende el respeto, mal camino llevamos. Es como la gente que discrimina a las personas de color, razón, que son distintos porque tienen la piel oscura, ¡claro!, pero por la misma regla de tres ellos podrían discriminarte por el hecho de ser blanco.


Sinceramente opino que la única manera de progresar es respetar y mirar hacia delante, no quedarnos anclados en el pasado y que no podemos decir que somos una "sociedad moderna" si aún hoy miramos a la gente de distinta manera según quién les acompañe o de qué color sea su piel.