domingo, 21 de noviembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XII

Capítulo 12

Aún tardo unos minutos en levantarme, no puedo evitar temblar de miedo, aunque no tardo en descartar a las sombras, ellas no son tan ruidosas.
En efecto, es algo más sorprendente que las sombras, es Éren. Su pelo rubio es débilmente iluminado por una farola. Me pongo un abrigo encima del pijama y bajo tratando de hacer el menor ruido posible. Aún con el abrigo el frío me paraliza momentáneamente. Veo a Éren apoyado en la farola, mirándome con desgana. Me acerco a él fingiendo desinterés y enfado, aunque en verdad disfruto de su presencia.
-Sabes algo de Gwen.- Noto una punzada en el corazón, había tratado de no pensar en ella. La imagino sola, débil, con el pelo enmarañado y los ojos rojos de tanto llorar. Unas diminutas lágrimas resbalan por mis mejillas, lo que hace reaccionar a Éren de inmediato, ya que se tensa y se me acerca con cuidado.
-Lo siento.- Me pone la mano en el brazo con cariño, pero yo le aparto con brusquedad. Mis ojos le miran, acusadores, dejándole bien claro lo que pienso de él. Se muestra sorprendido, parece que me creía incapaz de pensar así de él.
-Pero yo…yo no he tenido nada que ver con su desaparición.- murmura. Parece no encontrar las palabras suficientes.
-Me quieres hacer creer que tras dejar a Gwen sola con vosotros, ella desaparece misteriosamente y ni tú ni tu hermana habéis tenido nada que ver.- He levantado mucho la voz pero ahora eso no me preocupa, él está dolido, pero no parece sentirse culpable.
-Cómo puedes hablar así de mí, Iara, me conoces, sabes que no soy capaz de hacerle nada malo a Gwen.- trata de excusarse por todos los medios, pero no le creo, ya no.
-Antes sí te conocía, pero Éren, has cambiado, ahora es tu hermana quién dirige tu vida. Shyrell nos odiaba a ambas, no lo puedes negar, así que ahora trata de cubrirla a ella.- Él da unos pasos hacia atrás y se apoya en la farola. Mira al suelo y se remueve el pelo.
-Esto no tenía que ser así.- Alza la vista y calva sus ojos verdes en los míos.- Tú tienes que creer en mí.
-No puedo creer en ti, porque ya me has tomado demasiado el pelo. Confié en ti, en tu amor, y lo único que hiciste fue dejarme de lado, me dejaste sola cuando todo empezó a ir mal.- Estoy llorando a lágrima tendida y me pecho se mueve violentamente cada vez que trato de respirar.
-Ese no es el tema ahora, Gwen ha desaparecido y tú me vienes con viejos rencores.- Doy media vuelta y abro la puerta de casa. Me paro un instante para coger aire, entonces me giro.
-La próxima vez que vengan las sombras déjame ir, deja que me marche con Syra, permíteme dejar este mundo que ya no tiene nada para mí.- No puede ocultar su sorpresa.- Porque sé que sabes lo de las sombras, y quizás también lo de Syra.
Entro en casa y me meto en la cama tratado de dormir los minutos que me quedan hasta que suene el despertador.
Cuando bajo a desayunar mi tía me observa fijamente.
-Te he oído salir de casa esta noche.- Me tenso irremediablemente y trato de parecer tranquila.- Os he visto a ti y a Éren. ¿Qué ha ocurrido?
-Sólo que le he dejado bien claro que no quiero saber nada de él.- Tía Margot baja la vista, sé que le caía bien Éren, pero esto es cosa mía.
-Irás a la comisaría hoy.- asiento.
-Pero antes iré a dar una vuelta.- añado. Ella me mira extrañada pero no dice nada.
Hoy no he ido al colegio, todos lo entienden, debe ser complicado que desaparezca tu mejor amiga, murmuran. He pasado toda la mañana en casa de los padres de Gwen, hablando con ellos. La policía dice que la última vez que la vieron fue cuando se despidió de Shyrell y Éren y fue a buscarme.
Al medio día tengo que ir a la comisaría, pero en vez de ir directamente doy un rodeo. Me meto en un callejón estrecho y oscuro y me quedo quieta, guardando un sepulcral silencio.
-Sombras.- digo en voz alta.- Sé que sabéis que estoy aquí. Llevadme con vosotras.- Pasan unos segundos pero el silencio sigue siendo mi único compañero. Empiezo a ponerme nerviosa y a taconear. Trato de visualizar el lugar blanco al que me llevaron, pero tampoco ocurre nada. Oigo unos pasos tras de mí, es Éren.
-¿Cómo sabías que estaba aquí?- Pero no puedo escuchar la respuesta, ya que las sombras me llevan consigo.
Él lugar sigue igual y el mismo ser surge de la nada y se acerca. Estoy inquieta y soy incapaz de mirar directamente a esa criatura.
-Quiero que me llevéis con vosotras.- El ser sonríe, o eso intuyo que hace. Tiende su brazo hacia mí pero yo lo esquivo.- Primero quiero saber dónde está Gwendoline.
Parece que el monstruo lo medita y mira a su alrededor, como si lo consultase con alguien.
-Ese es el nombre de la humana.- Dice con mucho esfuerzo, su voz no es natural, suena como una máquina que repite palabras que alguien desganado le ha dicho.
-La tenéis, sabéis dónde está.- grito, el ser extiende su brazo y trata de atraparme.- Devolvedla, tenéis que devolverla al mundo real.
Noto unas manos que se ciñen a mis hombros y trato de desasirme. Cuando quiero darme cuenta estoy en el callejón desde donde me llevaron las sombras. Éren me sacude con fuerza los hombros.
-¿Qué ha pasado?
-Ellos la tienen.- Y me desvanezco.
Me he despertado brevemente y he visto a mi tía Margot preocupada, pero no puedo evitar volver a dormirme.

-Alguien las está controlando.- Murmura la mayor.
-Eso ya lo sabíamos.- Apostilla la joven.- Ahora sólo falta saber quién.

Me despierto temprano, pero aún así mi marido ya está vestido y se ciñe la espada al cinto.
-Buenos días Syra, hoy partimos a la guerra.- Anuncia.

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