domingo, 14 de noviembre de 2010

Las Hijas de la Luna-XI

Capítulo 11

Miro alternativamente de uno a otro sin comprender nada. Me cubro con las sábanas en una acto reflejo al darme cuenta de que estoy en camisón, ambos ríen. La perplejidad se muestra en mi rostro y ellos se miran entre sí, como pidiéndose permiso para hablar. Al final es Garel el que habla.
-Recuerdas que te desvaneciste.- Asiento, el ser que apareció en ese espacio blanco no ha abandonado mis sueños, tampoco dejo de pensar en Iara.- Te recogimos y te llevamos a tus aposentos.- comienzo a enrojecerme. Garel pone una sonrisa picarona y bajo la cabeza.
-Pedimos a una de tus damas de compañía que te cambiase.- ataja Kenth al ver la tensión que se ha creado.
-¿Y dónde has dormido?- le pregunto con sincera preocupación.
-Aquí.- sonríe, y me fijo que lleva la ropa de dormir. Trato de respirar con normalidad, es mi marido, es lo lógico. Noto que Garel está incómodo. Cruzo un par de miradas con mi Consejero.- Es una larga historia. Arréglate para la Coronación y te la cuento.
Trato de sonreír pero tengo la mente demasiado embotada. Cuando los dos chicos salen por la puerta permanezco sentada, en silencio. Ayer vendí mi vida al hijo del rey más despiadado que conozco, ayer perdí a Garel para siempre, hoy tomaré las riendas me mi reino, hoy sentenciaré mi destino. Pienso en Iara, recuerdo que ha ido a hablar con su madre, recuerdo el cementerio y la lápida. En mi habitación cuelga un tapiz tejido a mano con una frase que mi padre dejó para mí “Toma decisiones, si son justas y sensatas, sean cuales sean, síguelas hasta el final”. Él sabía que yo sería reina, ese fue su último consejo. Yo tampoco conocí a mi padre, hay múltiples cuadros suyos por palacio, pero nunca le conocí en persona. Dicen que era un hombre sabio, muy callado, centrado siempre en sus pensamientos, era un rey prudente y bondadoso, pero hacía pagar cara la traición. Casado con la Duquesa de Wollden, pero nadie sabe quién fue su amante, mi madre. Sólo se sabe que meses antes de que yo naciera se le veía muy feliz. El día de mi nacimiento cayó una pesada tormenta, pero el rey insistió en salir y tardó varias horas en volver, cuando lo hizo me llevaba en brazos, parecía fatigado y melancólico. Entró en palacio y me depositó en el trono.
-Ella es mi hija, Syra, será la reina de Kniss.- Tras esto se desmayó, le recogieron y llevaron a sus aposentos, pero el rey moría minutos después. Según los médicos fue el aguacero el causante de su muerte. Su nombre era Darren, como muestra en el tapiz, no parece muy mayor, probablemente no llegase a los treinta. El tapiz le muestra sentado en su trono, imponente, con la corona real, en sus brazos hay un bebé, yo. La parte superior del tapiz reza “Del rey Darren de Kniss a su hija Syra, heredera al trono” y en la parte inferior se encuentra la frase que mi padre dejó como consejo y legado. La orden de hacer este tapiz fue lo último que dijo antes de morir. Dicen que abrió los ojos y con las pocas fuerzas que le quedaban lo describió palmo a palmo, tras esto exhaló su último aliento.
Tengo el corazón encogido, recuerdo esta historia a menudo, pero hoy su presencia y sus palabras están más presentes en mi mente que de costumbre. Tomo aire y me arreglo, ha llegado el gran momento.
La sala del trono está decorada con oro y plata y los asistentes van perfectamente engalanados, si ayer la boda fue majestuosa hoy no es menos. Mi marido me espera en la puerta y me tiende la mano que tomo con una sonrisa sincera, me acerco a su oído.
-Me vas a tener que contar esa historia tan larga.- Su risa es lo último que oigo antes de que las trompetas comiencen a sonar y la gente se levante. Caminamos por el pasillo central, detrás de nosotros camina Garel y otros hombres que serán nombrados ministros. Pienso en lo injusto que es que no haya ministras cuando llego al trono. Es la Regente la encargada de dirigir la ceremonia, primero suelta un pequeño discurso en recuerdo a mi padre, todos bajamos la cabeza y guardamos un minuto de silencio en su memoria. Tras esto la Duquesa de Wollden dice mi nombre, me acerco a ella y me pongo de rodillas, la imposición de la corona debería de ser realizada por mi padre, vuelvo a pensar en sus palabras. Cuando noto el peso de la corona mi corazón late desenfrenadamente, al ponerme de pie la Regente dice mi nombre con solemnidad.
-Syra, reina de Kniss.- se me escapan unas lágrimas de emoción, pero nada se detiene. Inmediatamente después corono a mi esposo como Keneth, rey de Kniss. Tras esto nombro a todos los ministros y también a Garel, como Consejero Real. Veo a Garlión salir de la sala, lo que me extraña. Cuando la ceremonia termina hay preparado un gran banquete en los jardines de palacio. No tengo hambre, así que remuevo la comida que me dan de un lado al otro del plato, pero apenas pruebo bocado, Garel me mira preocupado y Keneth da buena cuenta de los manjares que nos sirven. Cuando la comida finaliza me levanto y me alejo del barullo, sentándome en un banco de piedra. Me gustaría ordenar mis ideas, pero mi marido se sienta a mi lado, relamiéndose de gusto.
-Ha sido una comida exquisita.- comenta con una amplia sonrisa.
-Sí.- murmuro, mientras me fijo en las diferencias entre su sonrisa y la de Garel. A Keneth le salen unos adorables hoyuelos al sonreír.
-Pero si no has probado bocado.- Le miro impresionada.- Que yo como no quiere decir que no vea si tu comes. Eres mi esposa, me preocupa que estés sana.- Bajo la mirada.- Hoy he dormido en tus aposentos para guardar las apariencias,- Conecto todos mis sentidos para escucharle.- Ayer te desvaneciste, pero claro, no podíamos ir diciéndolo a todo el reino, y mucho menos a mi padre.- Suelto un gruñido incontenible y él ríe.- Sí, sé que no os lleváis muy bien. Pero no te preocupes, mi padre no se lleva bien con ninguna mujer, sobre todo si ostenta un cargo de poder.- Le miro con los ojos encendidos de furia.- Tranquila, yo no opino como él.- Relajo los hombros y sonrío.- él piensa que las mujeres sólo sirven para dar hijos, pero yo opino que, si son inteligentes, pueden ser tan capaces como nosotros. Y sé que tú eres muy inteligente.- Este chico me está empezando a gustar, pienso, es inteligente y encantador.- Pero imagínate qué pensaría mi padre si le digo que no hemos consumado nuestro matrimonio en la noche de bodas, pensaría que no sirves para nada y que no vas a tener un heredero para Kniss y Derán.- Asiento.- Así que fingí que pasamos la noche juntos, y he hecho algún comentario como que creo que serás muy fértil para que mi padre no tenga sospechas.- Le doy la razón, hay que cubrirnos las espaldas. Pensándolo bien, tendré que quedarme embarazada pronto si no quiero despertar habladurías. Estoy pensando en eso, preocupada, cuando un mensajero del reino de Derán se acerca y solicita la presencia de Keneth ante su padre, él asiente y se despide con un beso en la frente. Sigo pensando en lo del embarazo cuando noto que Garel se sienta a mi lado, sé que es él, lo huelo, lo siento.
-Parece que estáis tomándoos mucho cariño el principito y tú.- No puedo evitar sonreír.
-Es encantador, creo que me empieza a gustar.- Él baja la mirada y me doy cuenta de que no debería haber dicho eso.
-Te ha contado ya lo que ha tenido que ir diciendo por ahí para que nos sospechen.- Sé que sufre, yo también, pero mi deber como reina está primero, y lo sabe.
-Sí, por lo que se ve tendré que quedarme embarazada pronto si no quiero levantar sospechas.- Me acerco a él.- Garel, sabes que te sigo queriendo, pero soy la reina de Kniss.
-Y yo el hijo de un Consejero.
-Garel, lo has sabido siempre, no creas que a mí no me duele, pero hay que ser realistas.- Me acerco y le beso con ternura, aunque él tarda en corresponder mi beso. Oigo a alguien acercarse y me alejo con cuidado de mi amigo, es Keneth.
-Syra, te necesito en la Sala de Estrategia.- Mira a Garel.- A ti también consejero.
En la Sala de estrategia se encuentra Garlión, dos hombre de Derán y ahora nosotros tres, me sorprende no encontrar a la Regente, pregunto por ella, ahora no es asunto suyo me responden. Garlión preocupado me mira.
-Ha habido una ataque a una de mis ciudades fronterizas.- Me tenso.- Por todos los dioses.- Brama.- Si aún no os hemos presentado en Derán.
Keneth y yo cruzamos una mirada angustiada. Él se gira hacia Garel.
-Consejero, que crees que debemos hacer.- mi amigo tarda en responder, cruzamos una mirada para saber lo que pensamos.
-Debemos lleva un pequeño ejército de Kniss para apoyar al ejército de Derán, así verán que nos hemos unido, si pudiéramos pedir un pequeño ejército de cada país de la Alianza sería mejor.- Todos asentimos.
-Pues dicho está.- sentencia mi marido.- Vamos a la guerra.
No logro dormir, mañana partimos hacia Derán y estoy intranquila. Keneth está a mi lado, luchando también con el sueño, pero eso no me ayuda a tranquilizarme.

Aunque trato de pensar en Syra y recordad la magnificencia de su coronación no puedo evitar pensar en Gwen, sólo de pensar que ha desaparecido se me encoge el corazón. De pronto oigo un golpe en la ventana, como una piedra que ha chocado contra el cristal.

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