domingo, 7 de noviembre de 2010

La Hijas de la Luna- X

Capítulo 10

Me cuesta acostumbrar la vista a la oscuridad, estoy demasiado abstraída pensando en Syra como para preocuparme de si las sombras están ahí. Es curioso lo que ha pasado, primero me han cogido a mí y me han preguntado por ella, después la han cogido a ella y le han preguntado por mí, pero no han sido capaces de cogernos a la vez. Estaría bien, supongo, conocer al fin en persona a Syra, que se acaba de casar. Tiene la misma edad que yo y está casada, me llama poderosamente la atención. Pero hay algo más que hace que no logre pegar ojo, es la frase del preso, cuando le decía que podía pagar a quién le dijese dónde estaba su padre. Eso me hace pensar en mi madre. Miro el reloj, es muy temprano. Me levanto decidida, tras vestirme, salgo de casa tratando de hacer el menor ruido posible. Mis pies me llevan automáticamente a dónde quiero ir, al cementerio municipal. No tardo en encontrar lo que ando buscando, la tumba de mi madre. El Campo Santo está muy tranquilo, apenas se oyen a los pájaros en los cipreses, que se levantan imponentes, vigilando, como guardianes atemporales, el descanso de las almas de los difuntos. Aquí el aire es siempre puro, parece que la contaminación de la ciudad no logra traspasar las puertas de este lugar. Siempre que vengo al cementerio me siento en una roca que hay justo enfrente de la tumba de mi madre, antes cojo unas margaritas de la entrada, dónde siempre hay unas cuantas flores solitarias. Miro la lápida que tengo enfrente, de un gris plomizo, es seria y neutra, como todas las de alrededor. El nombre de mi madre aparece esculpido en letras demasiado rectas “ELAINE”. Cada vez que vengo me detengo a mirar las letras, trato de imaginar el rostro de mi madre a través de de su nombre, siempre la imagino sentada en un banco, con un vestido blanco, cabellos oscuros cayendo sobre su espalda, su melena más larga que la mía, pero sus ojos son oscuros, su belleza clásica, rostros dulce, manos serenas y delicadas, una sonrisa sincera y abierta. No he conocido a mi madre, murió cuando yo nací, y de mi padre no sé nada. En voz baja relato a mi madre lo que ha ocurrido con Syra, lo de las sombras, también le relato los problemas con Éren y su manipuladora hermana. Cuando he acabado de explicarle todo me siento mejor, le dedico una última sonrisa y vuelvo a casa con paso cansino y pensativo. Al entrar veo que mi tía no me ha echado de menos, la verdad es que es demasiado pronto para que me haya sonado el despertador. Es por eso por lo que cuando me ve entrar por la puerta se le atraganta el café. Sonrío para tranquilizarle.
-Estaba viendo a mamá.- Le comunico. Siempre que se acuerda de su hermana tía Margot pone una sonrisa melancólica y me mira con cariño, supongo que tratando de ver en mí algún rastro de ella. Me preparo el desayuno y ambas nos sentamos. Al principio el silencio es palpable, pero entonces hago la pregunta que siempre me gusta hacer.
-¿Cómo era mi madre?- mi tía suspira y se lleva una tostada a los labios.
-Era una mujer magnífica.- Lo sé, pienso, lo llevo sabiendo desde que era niña.- Muy inteligente, guapa, divertida, muy buena.- Se ríe de algo que sólo ella conoce.- También era muy testaruda e impulsiva. Tenía el pelo de un color parecido al tuyo, pero más largo, pero sus ojos eras oscuros, supongo que los tuyos los habrás sacado de tu padre.- Mientras que mi tía siempre está dispuesta a hablar de mi madre, me enseña fotos de ella y me cuenta anécdotas, mi padre es un tema tabú.
-¿Quién es mi padre?- pregunto, siempre he querido saberlo. Me duele pensar que puede estar vivo pero que mi tía no quiera decirme quién es sólo porque no se quedó conmigo cuando nací, porque ella tuvo que hacerse cargo de mí y no ha podido tener una vida.
- Tu madre era una mujer muy lista, era investigadora, había estudiado Historia y Literatura.- Ya estaba cambiando de tema.- Supongo que fue investigando uno de sus temas cuando conoció a tu padre.- Me tensé sin pensarlo.- Sólo le vi una vez, era un hombre atractivo, tu madre no me lo presentó, tenía el pelo oscuro y los ojos claros, de un tono cercano al verde. Cuando le vi estaba besándola, se veía que la quería, antes de despedirse tocó su vientre y sonrió, parecía orgulloso. No volví a saber de él, el día que tu madre te tuvo no estaba en el hospital. Acompañé a tu madre hasta el paritorio, justo antes de entrar le pregunté por tu padre, sonrió.
-Está, créeme, está.- Y entró, pero yo no le vi por ninguna parte. Cuando volví a verla estaba realmente deteriorada, postrada en la cama, respiraba con dificultad, te miraba con cariño, pero sus brazos apenas tenían fuerza para sostenerte. Entonces me miró, con el rostro cubierto de lágrimas y de sudor.
-Esta es Iara.- asentí y me ofrecí para ir a por algo de comer. Cuando volví, tu madre había muerto. Tú seguías en sus brazos, llorando desesperadamente, te cogí y comencé a llamar a las enfermeras, pero nadie supo decirme la razón del fallecimiento de tu madre. Durante unos mese busqué arduamente a tu padre, pero nunca lo encontré, por lo tanto yo me quedé con tu custodia.
Ambas lloramos a mares, es un momento intenso, en el que parece que todo a nuestro alrededor se ha parado y sólo las palabras de mi tía ocupan el tiempo y el espacio. Trato de respirar con dificultad, se ha hecho tarde, el reloj de la cocina me confirma que no se ha parado el tiempo como esperaba. Me despido de tía Margot con un beso en la mejilla y salgo disparada, tras coger la mochila. He perdido el autobús así que voy andando, lo que hace que llegue aún más tarde. Cuando el profesor acaba de echarme la bronca me siento en mi sitio con aire distraído, Gwen no está en clase, pero no me extraña, seguro que cuando me fui de casa de Shyrell esta empezó a meterse con ella y a hacérselo pasar fatal. Me siento culpable y me prometo ir a casa de Gwendoline cuando acaben las clases. Pero cuando salgo Éren me espera apoyado en la pared. Paso a su lado fingiendo no verle.
-Iara.- tardo aún unos segundos en girarme, parece preocupado.
-¿Estás bien?- Asiento y continúo andando, él comienza a caminar a mi lado. Permanecemos ambos en silencio contemplando el suelo fingiendo interés. Me siento cohibida ya que en el fondo de mi corazón estoy encantada de que Éren se preocupe de mí, de que camine a mi lado, pero por otro lado sé todo el daño que me ha hecho. Durante esos silenciosos minutos fantaseo con sus besos, con los pasados y los que deseo en el futuro. Imagino cientos de veces que me coge de pronto y me besa. Con cada bocanada de aire, cada segundo que pasa, mis fantasías se acrecientan.
-Ayer.- comienza, dejo de respirar momentáneamente.- Te desvaneciste de pronto.- parece que se le corta la voz.- qué ocurrió.
Por mi mente desfilan las imágenes, las sombras envolviéndome, el ser que surgía de ese blanco sucio, sus palabras, que preguntaban por Syra. Recuerdo de pronto unas palabras de Éren y su hermana.
-Me pedisteis que no me fuera.- empiezo a decir, juraría que su rostro ha palidecido.- A dónde os referías.
Se queda cortado, veo en sus ojos que trata de inventar alguna excusa rápidamente.
-Te vimos palidecer y perder el equilibrio, supusimos que ibas a desmayarte.- No me apetece discutir. Tras un trecho más en silencio llegamos a casa de Gwen. Permanecemos unos instantes mirándonos el uno al otro, en silencio.
-Tengo que ver a Gwen.- Anuncio, él asiente sin demasiado convencimiento. Mi corazón se acelera esperando un beso, que nunca llega. Le veo alejarse mirando al suelo. Trato de contener mi rabia y pateo disimuladamente el suelo. Cuando logro respirar diez veces sin tener ganas de chillar llamo a la casa de Gwendoline. Su madre me abre.
-¿Está Gwen?- Pregunto con una fingida sonrisa radiante.
-Pero no estaba contigo.- me pregunta preocupada. Niego con la cabeza.- Pensaba que había pasado la noche en tu casa, no contesta al teléfono y no ha venido a dormir.
Ambas nos empezamos a preocupar. Su madre llama a la policía. Cuando llegan los agentes nos interrogan. Yo les cuento que estuvimos en casa de Éren y Shyrell, pero parecen bastante incrédulos, probablemente piensan que ha pasado la noche en casa de algún chico. Pero de ser así, pienso, me hubiese llamado por la mañana para contarlo todo con detalle. Al final la madre de Gwen me manda a casa, cuando se lo cuento a mi tía no da crédito.
Tardo mucho en conciliar el sueño, Gwen y Éren ocupan mi mente impidiéndome dormir.


Despierto con un fuerte dolor de cabeza. Entre las preocupaciones de Iara y las mías propias, apenas puedo dormir. Cuando logro situarme recuerdo el día de ayer, la charla con el falso Alec que se quitó la vida ante mis propios ojos, el beso con Garel, la boda, las sombras en el pasillo, el ser misterioso del lugar blanco, tras eso no recuerdo nada. Abro los ojos lentamente al notar que alguien me sostiene la mano. Es Garel, que me mira con cariño, estoy tendida en mi cama, él está a los pies de la cama, sujetándome la mano con cariño. De pronto caigo en la cuenta de que esto no tendría que ser así, debería estar con mi marido, Garel tendría que estar aquí. Me incorporo bruscamente y contengo un chillo desesperado.
-Qué haces aquí Garel. Dónde está mi marido.- Grito histérica.
-Estoy aquí.- Dice la voz de Keneth, que está de pie al otro lado de la cama. Suspiro aliviada.

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