domingo, 3 de octubre de 2010

Las Hijas de la Luna-V

Capítulo 5

(Un mes más tarde) (Muchos invitados, reyes de reinos vecinos, han acudido al castillo de Syra, en Kniss) (Por otro lado, Iara lo está pasando fatal, Éren está cada día más distante, su tiránica hermana se impone y la chica ya se teme lo peor para su relación)

Me parece oír el golpeteo nervioso de los dedos de la Regente sobre el trono. La verdad es que es imposible, ya que ella se encuentra en la sala de recepciones y yo en mis aposentos. Pero no puedo evitar sonreír ante la idea de ver a la Duquesa desquiciada. Mi pobre ayudante está agobiada porque no encuentra el tocado que va a juego con el vestido que le ha costado tanto ponerme. Es un vestido más de gala que de diario, es verde con ribetes blancos, la falda inferior también es blanca, con tela verde por encima. Llevo el pelo recogido en una trenza adornada con flores de ambos colores. Cuando mi ayudante desaparece en busca de mi tocado yo salgo de mis aposentos. En la puerta espera Garel. Lleva un traje que también me recuerda a los trajes de gala, y sus rizos oscuros bien colocados. Sonrío y tomándole por el brazo me acompaña a la sala de recepciones. Parece que planeaban dar comienzo a la reunión cuando aparezco, ya separada de Garel, que se coloca al lado de mi trono, prácticamente oculto por la cortina que nos hace de telón de fondo. La Duquesa me mira con los ojos fuera de sus órbitas, pero yo me limito a sentarme con una sonrisa en los labios.
-¿Habían comenzado ya la reunión?- Pregunto con voz dulce.
-No sin vos, princesa.- Se adelanta a responder Garlión, el rey de Derán. Sonrío complacida, pero no le quito los ojos de encima. El hombre se pone en pie y camina hacia el centro de la sala. Los tronos de los reyes están dispuestos en círculo, incluyendo nuestro palco. El rey se inclina.
-Con su permiso.- La Regente y yo cruzamos una mirada, sin saber muy bien cuál de las dos responder. Al final soy yo la que asiente.
-Estamos aquí queridos amigos, camaradas, para luchar contra la tiranía y la opresión.- Ese discurso lo he oído muchas veces pienso. Pero el resto de los reyes le miran fijamente.- Todos los aquí presentes sabemos que lo reinos de Forald y Yuria se han unido para tratar de conquistar a varios de nosotros. Es por ese motivo por el cual la Regente y la Heredera del reino de Kniss nos han reunido aquí a la Alianza de los Cinco.
No me fío de Garlión, no me gusta la manera en la que parece dirigirlo todo, calcularlo, lo clasifico mentalmente como alguien en quien no confiar.
-En efecto.- Comienzo y el rey de Derán me mira extrañado.- Os hemos reunido aquí por la petición que habéis hecho dos de nuestros miembros para solicitar la ayuda y protección que sabéis que os brindaremos.
-No sólo eso.- me interrumpe Garlión.- Yo Garlión como rey de Derán y el rey Elmer, como rey de Transer, pedimos todos los miembros de la Alianza a que os unáis a la guerra abierta que le vamos a declarar a Forald y Yuria.
Contengo el aliento, como los otros dos reyes que no sabían de esa guerra. Como yo, pensaban que sería cuestión de, como mucho, pequeños enfrentamientos, no una guerra. El debate sigue ardientemente durante todo el día. No paramos a comer. Garel y yo cruzamos algunas miradas furtivas, asustados. Comienzan a hablar de quién deberá acudir a la guerra, dicen de que todos los herederos debemos ir. Entonces Garlión se gira hacia mí.
-Pero, qué ocurriría, querida princesa Syra, si por un casual morís en la guerra sin dejar un sucesor al trono. Vuestra madrastra no puede volver a casarse, lo sabéis, y alguien que no fuera de sangre real en el trono estaría mal visto.- Creo que ya sé hacia dónde se dirige Garlión con sus palabras.- Entonces princesa ¿Contraerá matrimonio? O por el contrario seguirá de amante secreta con el muchacho que se encuentra tras su trono.
Me tenso, noto la misma reacción tanto en la Regente como en Garel, que sale para que todos puedan verle. Me pongo en pie, mirando directamente a Garlión a los ojos.
-Contraeré matrimonio antes de la guerra, con un príncipe de sangre real. Y lo haré porque yo antepongo mi reino a mis intereses personales.- Digo para que se sienta herido, y lo consigo. Parece que va a responder algo cuando la Duquesa da dos palmadas, anunciando la cena. Unos criados colocan la mesa y los alimentos. Los reyes se lanzan a comer, pero yo no tengo apetito, me dedico a observarles.
La Alianza de los Cinco se formó antes de mi nacimiento, por lo que conozco a todos los presentes. A mi izquierda se encuentra el rey Rough, de Phorex. Es un hombre enfermizo, siempre rodeado de muchos médicos y hechiceros, el rey parece encontrarse siempre en algún otro lugar, muy lejos de aquí, tiene la mirada perdida y no parece muy consciente de lo que ocurra a su alrededor. Tiene dos hijos, la primogénita tiene una larga melena rubia y parece bastante insulsa, su hermano pequeño comparte el pelo rubio, pero parece más pillo. La reina de Phorex se fugó con un guarda, no se ha sabido más de ella. La siguiente a la izquierda es la reina Milena, que tiene seis hijos. Es la reina de Karpi, y el consorte está a su lado, parecen muy enamorados. El siguiente es el rey Elmer, de Transer, es un hombre realmente atractivo, tiene dos hijos, el primogénito es de mi edad. Su esposa es una mujer de parecer rudo, que mira descaradamente a todo el mundo. Y a mi derecha el rey Gralión, con sus dos hijos y su hija, la pequeña tiene apenas cinco años, y tiene la cara más dulce que nunca he visto. También el primogénito es de mi edad. La reina es una mujer de aspecto frágil, que mira a todo el mundo como si fueran una flor a punto de florecer. Cómo puede alguien tan dulce e inocente estar casada con alguien tan frío y calculador. Compromiso, esa palabra me viene a la mente y me explica todo. Antes de que la cena finalice no aguanto por más tiempo las miradas desdeñosas de Garlión y salgo a tomar el aire. Ahí está Garel, que me abraza sin necesidad de palabras. Yo rompo a llorar y él trata de consolarme.
-Me ha dejado en ridículo.- Logro decir entre sollozos.- Me ha dejado ante todos como una mujer que no es fiel a su corona.
Acabo de chillar y Garel trata por todos los medios que me tranquilice.
-Pero has sabido salir muy bien de la situación, esa promesa de matrimonio es tu seguro de que no pensarán más eso de ti.- Estamos en un balcón, a la vista de cualquier persona que pase. Pueden verme con el pelo mal puesto, las lágrimas a chorretones por mi rostro, pueden ver el amor con el que miro a Garel, pero no me importa.
-Por favor, bésame.- Susurro muy bajito. Él niega.
-Sabes que jamás te besaré, ¡Voy a ser tu consejero!- no puedo mirarle con más dolor.- Si nos ven, por mucho que hayas prometido casarte, no te creerán.
-Prométemelo.- exijo.
-¿El qué?
-Que me besarás, antes de que me case, lo harás. Si me aprecias lo más mínimo lo harás.- Va a hablar, pero niego.- No te exijo que me quieras, sólo te pido un beso.
Él se queda meditando en silencio. Deseo que él quiera besarme, pero sé que no tiene por qué ser así. Puede que se haya desenamorado, sobre todo porque sabe que me casaré con otro, que mis hijos serán de otro y no suyos.
-Sí.- afirma contundente.- Te besaré con más amor del que jamás nadie te va a besar.
Me acompaña a mis aposentos, en la puerta me vuelvo para mirarle a los ojos.
Me duermo con el sueño de ver nuestra promesa hecha realidad.

No tengo ganas de despertarme. Siento que peso quinientos kilos más de lo que debería. Me duele la cabeza. Revivo la promesa de Garel y Syra y me duele, me duele mucho. Allí el amor es tan distinto, allí no se pueden casar con quien quieren, se tienen que prometer un simple beso, pero se quieren. Aquí, donde tengo la libertad de elegir, puedo besar a quien quiera cuando quiera, no siento ese amor. Por qué mi vida es tan injusta. No quiero ser más Iara, pero como cada mañana me levanto, me visto y bajo a desayunar.

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