sábado, 25 de diciembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XVI

Capítulo 16

Como un horrible presentimiento el día amanece de un gris plomizo que deprime a cualquiera. Cuando bajo a desayunar puedo comprobar que la tía Margot está muy nerviosa, sus delicadas manos tiemblan al sujetar la taza de café. Cuando le saludo baja la mirada y mientras me preparo el desayuno puedo comprobar que es incapaz de mirarme. Ayer cuando volvía a casa ya no estaba y no pude hablar con ella. Tengo ganas de relatarle lo que lleva ocurriendo desde hace un tiempo, quiero hablarle de Syra, de Gwen, de Éren… pero sé que no debo, si se lo cuento probablemente la ponga en peligro, ayer ya sufrió mucho, sólo hay que ver cómo está hoy.
-¿Estás bien tía?- es una pregunta retórica, ambas sabemos que la respuesta es no.
-No quiero que te vuelvas a acercar a lo que nos hizo ayer lo que hizo.- su voz tiembla ligeramente pero sé que ha meditado durante mucho tiempo esas palabras.
-No puedo tía.- ni yo lo creo, pero me ha parecido ver un gesto de comprensión en su rostro. Cojo la mochila y voy al colegio.
Cuando llego me entero de que hay examen de lengua y me siento estúpida, cómo se me ha podido olvidar algo así. Éren se me acerca y me susurra al oído que finja estar enferma. No puedo mentir, pienso, tengo que afrontar las consecuencias. Todo esto de las sombras me sobrepasa y no puedo escapar de ello, pero también soy una joven estudiante y tengo que labrarme un futuro. Puede que para Syra todo esté arreglado, aunque no sea fácil enfrentarse a lo que ella se enfrenta diariamente, pero yo tengo que prepararme para el mercado laboral, quiero ser médico, y no se puede entrar en la carrera sanitaria por el morro. Deseo instantáneamente que todo acabe, que no tenga que tener cien mil cosas en la cabeza, pero sé que es imposible. Cavilo sobre cómo sería mi vida sin Syra, no logro imaginarla, desde que tengo uso de razón ella ha formado parte de mi vida. La he visto crecer, aprender y amar a la vez que yo; no sabría seguir sin Syra, sería demasiado solitario. Es como la hermana que nunca tuve, es otra persona a la que veo vivir y así siento que mi vida no es tan monótona.
Al acabar las clases tengo ganas de llorar, no sé cómo voy a afrontarlo todo. Mi profesora de Lengua me pregunta por el examen, que he dejado prácticamente en blanco, me excuso diciendo que he tenido unos problemas familiares. Me oculto en el callejón en el que vi por primera vez a las sombras, puedo recordar a Éren con un brillo verdoso. Y como si le hubiese llamado mentalmente allí está, me mira con compasión y me abraza. No quiero estar entre sus brazos, quiero alejarme de él, pero me derrumbo. Caigo de rodillas al suelo y lloro con más fuerza que nunca. Dejo que el dolor que agolpa mi mente se extienda por todo mi cuerpo y lo noto en cada fibra. Pienso en Gwen, en Syra, en mis estudios, en Éren, en las Sombras, en tía Margot, pienso en mi madre, pienso en todo lo que hace que mi corazón se encoja de congoja. Él permanece abrazándome y me susurra palabras de cariño, me acaricia el pelo y el rostro. Cuando mi llanto cesa trata de limpiar mi rostro con un amor intenso. Comenzamos a besarnos, no quiero besarle, no quiero depender de él, no quiero depender más de sus idas y venidas, quiero pasar página, quiero pensar en Erik. Pero sus labios me pierden, sé que le quiero, por eso no puedo escapar, estoy encantada aunque no quiera reconocerlo. Al acabar el beso el me acompaña hasta la Biblioteca.
-¿Qué buscas allí?- comenta mientras señala con la cabeza el edificio de piedra.
-Sé que suena a una película mala.- digo mientras amago una sonrisa.- pero busco respuestas.
Él me da un ligero beso que me pilla por sorpresa y me recomienda que no me ponga en peligro. Niego con ironía y él se aleja riendo. Hacía mucho que no le oía reír, pienso mientras subo las escaleras. No tardo en encontrar a Erik enfrascado en la búsqueda de algún libro. Se muerde el labio con nerviosismo y no para de taconear.
-¿Qué es lo que no encuentras?- se sorprende y pegando un bote me mira de reojo.
- Anoche encontré un tratado más o menos científico sobre el tema de las Sombras y Entes, pero no está.- Ambos comenzamos a buscar desesperadamente, pero ni rastro. El resto de libros que ha encontrado y que me enseña son novelas de tipo fantástico con el único objetivo de entretener. Me invita a un café mañana que será sábado, sonrío con ilusión, pero justo antes de irme veo algo. Parece un hombre alto, y lo que lleva en la mano es un libro antiguo con un extraño brillo verdoso. Sigo al hombre tratando de disimular, pero parece que me descubre y se esconde en el almacén. No lo pienso dos veces y me lanzo al interior. Oigo a Erik que me grita algo y le escucho correr hacia el almacén. El hombre al que he seguido me mira de frente, con una malévola sonrisa. Extiende los brazos hacia delante mostrándome retador el libro. Antes de que pueda lanzarme sobre el libro entra Erik y me agarra del brazo.
-Puede ser una trampa- me dice jadeando. Puede que tenga razón.
-Pero es la única manera de saber qué es lo que pasa en realidad.- Le miro fijamente y sé que quiere evitar de todos modos que coja ese libro. Mientras el hombre se ríe en voz baja, con una risa tenebrosa y rota.- Necesito saber cómo se para esto.
Me lanzo hacia el libro y al alcanzarlo todo a mi alrededor comienza a dar vueltas. Pero lo sujeto con fuerza y cuando llego al lugar blanco lo sostengo en mis manos, mis nudillos están pálidos, pero ahora yo tengo el libro. El hombre se distorsiona en el fondo y en su lugar aparece el ser blanco, que, aun sin rostro, muestra una satisfacción palpable. Rodeándome aparecen más sombras, con un ligero parecido a las que vinieron a buscarme a mi habitación.
-¿Qué queréis de mí?- Digo en voz alta, sin bajar la cabeza, para mostrarle que no estoy asustada. Pero eso no es la realidad, en verdad tiemblo con fuerza y trato de coger aire a duras penas. El ser blanco no tiene tiempo de responder cuando un ser semincorpóreo se aparece sonriendo ampliamente.
-Pues es bella.- murmura.- se nota quién es.- Estoy tentada de preguntarle quién se supone que soy pero las sombras que me rodean se lanzan sobre el ser que acaba de aparecer. Mientras el forcejeo continúa el ser blanco se me acerca y yo trato de andar hacia atrás, sin conseguirlo. Posa su mano bajo mi barbilla y se acerca como para susurrarme algo. Es en ese momento cuando dos seres verdosos aparecen de la nada y comienzan a discutir con el ser blanco, que baja la guardia un instante, lo que permite que uno de los seres verdosos me lleve de vuelta al almacén, con Erik.
El chico que me mira con preocupación me tiene abrazada en el suelo. Sonrío y le muestro el libro, que milagrosamente aún llevo agarrado. Él me abraza con cariño, estrechándome contra él. Es una sensación maravillosa, pero no puedo evitar compararlo con los abrazos de Éren. Nos miramos un intenso minuto a los ojos.
-Tuve miedo.- pronuncia simplemente. No me preocupa por lo que ha ocurrido, simplemente me confiesa lo que siente. Su sinceridad me gana al instante.
No puedo negarme a que me acompañe a casa. Tía Margot no está y eso me sorprende. Hemos decidido dejar el libro escondido en mi casa, sigo teniendo miedo a que se lo lleven. Duermo a duras penas pero deseo saber qué ocurre con Syra.

-Ha estado cerca.- comenta la más joven. La mayor está llorando desesperada.
-¿Por qué no podemos hacer nada?- grita histérica.

Me duele la cabeza cuando despierto. Al abrir los ojos me percato de que estoy montada sobre un caballo que avanza a trote rápido.

martes, 14 de diciembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XV

Capítulo 15

Salgo de la tienda en al que dormía, aunque ni siquiera estoy vestida. No logro identificar el lugar del que proviene la voz de Garel, sólo sé que tengo que encontrarle. Tras dar varias vueltas sin resultado entro apresuradamente en la tienda en la que sé que está mi marido. Me abalanzo hacia él.
-¿Qué me has hecho Keneth? ¡Responde!- no puedo contener mi ira, ayer impidió que ayudase a Garel, y eso para mí es algo imperdonable. Los dos soldados con los que estaba hablando se han retirado disimuladamente. De mis ojos parecen salir chispas cuanto más me acerco a él, pero mi marido sonríe.
-No te preocupes, tu amado Garel está bien.- Estoy tan cerca de él que puedo notar su respiración sobre mi pelo.
-No has respondido a mi pregunta.- parece contrariado, mueve los ojos de un lado a otro, supongo que pensando.
-Hoy te necesitaba lúcida, ya que llegaremos a la corte de Derán. Pero no eres la única, también dormí a mi padre. Ayer no me hubieseis ayudado en absoluto, en cambio hoy os necesito.- Cierro los puños con fuerza, haciéndole sabe todo mi odio y mi ira contenida. Él no es quién para decidir si soy útil o no, y así se lo hago saber.- Pero si lo hago por ti.- suspira con una sincera sonrisa.- Me pediste que no pusiera en peligro a Garel. Si tú estabas en la batalla tu amigo hubiese hecho lo imposible por que a ti no te ocurriese nada, y dado el gran número de enemigos que tienes eso no le hubiese puesto en aún mayor peligro.
He de reconocer que sus pensamientos son lógicos, aunque probablemente se los acabe de inventar. Tengo que ver a Garel, tengo que saber cómo está. Keneth lee en mi mirada y me indica cuál es la tienda de enfermos. Al pasar al lado de ella caigo en que antes no me había atrevido a entrar al ver a un hombre que entraba a toda prisa. Pensaba que sería una tienda de reunión o algo así. Pero al correr la cortina de entrada veo el gran error en el que me encontraba. Decenas de hombres están tumbados o sentados, convalecientes, vendados y pálidos como el papel, muchos de los que están tumbados tienen los ojos cerrados, por lo que temo que hayan muerto. El encargado de los enfermos me comenta que no ha habido ninguna baja, y que a lo sumo serían dos o tres. Parece poco, pienso, teniendo en cuenta que han sido heridos en plena emboscada. Pero es Saskia quien me pone al corriente de lo que realmente ocurrió anoche, ella está curando a un enfermo, que la mira con cara de terror al oír que va a relatar los acontecimientos que me he perdido. Me explica que, cuando nos tendieron una emboscada, parecía que unas fuerzas chispeantes luchaban a su favor, por eso consiguieron no tener apenas bajas. Se me corta la respiración al oír la descripción de los seres chispeante, ya que me recuerdan, aunque no con exactitud, a las sombras. Le pregunto por Garel y me indica que está cogiendo agua en un riachuelito.
Siguiendo sus indicaciones voy en su búsqueda, pero para cuando lo encuentro ya está entrando en la tienda de abastecimientos a dejar el líquido que ha recogido. Nuestras miradas se cruzan, profundamente, veo que tiene el brazo derecho vendado, y hace las cosas con dificultad. No puedo contener las lágrimas de la impotencia, de la culpabilidad de no haber podido hacer nada para evitar que le lastimasen. Llorando me acerco a él, enfadada, tampoco él había evitado ponerse en peligro. Cuando estoy pegada a Garel comienzo a propinarle pequeños puñetazos en el pecho, como si eso sirviera de reprimenda. Él me cubre con el brazo que tiene sano.
-No debiste haberte hecho nada.- le chillo, y mirándole a los ojos le dije.- te lo ordené, soldado Garel, te lo ordené.
Pero él no baja la vista, parece sentirse orgulloso de estar malherido.
-Pero también es mi deber proteger a mi rey, reina Syra, y eso es lo que hice.- tras pronunciar estas palabras serio, me sonríe- además, sólo son dos puntos.
Las lágrimas vuelven a brotar. Le tomo el rostro entre mis manos y le beso con furia, con pasión. Me siento dolida, pero es el dolor a perderle lo que me vuelve loca. Por un momento he imaginado mi vida sin él, todo a mi alrededor se ha vuelto gris, he vivido toda mi vida cerca suyo, no puedo pensar en nada más. Él forma una parte indispensable de mi vida, él es la parte de mujer que soy, él me hace sentir normal. Nunca había tenido tanto miedo por él, sí que habíamos salido en expediciones, pero nunca le he visto tan vulnerable, puede que antes no me sintiese así porque sabía que podía protegerle, pero ahora que sé que no puedo, me siento inútil. Él continua mi beso con naturalidad, como si nos besásemos todos los días, me estrecha contra su cuerpo y, cuando nos separamos, entierra su cabeza en mi pelo, como tanto le gusta hacer.
-¿No me odiabas tanto? – le susurro. Noto como él sonríe.
-No se pueden rechazar los labios de una reina.- Siento un gran fuego en mi interior que me instiga a volver a besarle, y a dejarme llevar. Pero sé que no puedo, así que jadeando me separo de él y me alejo.
Paso el día lacónicamente, mirando el ir y venir de los soldados sin interés ninguno. Y es poco antes de la caída del sol cuando me decido. Pongo una excusa a mi marido y me encamino a caballo hacia la cabaña de Iraís.
Esta noche la veo incluso más espeluznante que ayer, puede que porque en la visita anterior Keneth estaba a mi lado. Imitando a mi marido empujo la puerta, que se abre sin ofrecer resistencia. En su interior, Iraís permanece en la misma posición que ayer, sentada en el mohoso taburete, sin mirar a ninguna parte.
-Soy Syra.- digo en voz baja, pero al finalizar mi nombre me sale un horrible gallo. Ella se posiciona frente a mí y me sonríe, con ese rostro infantil que me hace estremecerme.
- A qué ha venido, reina.- pregunta con sutil delicadeza.
-Quiero pedirte ayuda.- ella suena una risita disonante.- quiero que protejas a Garel, a cambio de lo que quieras.
-¿Podría echarle un vistazo a tu alma?- cierro los ojos con fuerza antes de asentir, poco después, pierdo el conocimiento.


El fondo es blanco, pero un blanco sucio imperfecto. El ser semincorpóreo se mueve con naturalidad, a la espera del ente que, según sus cálculos, no tardará en venir. Pero en su lugar aparece un ser blanco, de forma humanoide, pero de rasgos no definidos. Parece que el ser le conoce, ya que pone una mueca de disgusto.
-No puedes ver ese ente, ¿quién te dio permiso?- el ser se lo comenta, pero el humanoide sólo asiente.- Aún así sabes que no puedes, es la Hija.
El ser, resignado, se funde con el fondo, sabe que no conseguirá lo que estaba buscando.


-Él le ha parado los pies.- comenta la más mayor.
-Pero esta vez.- ambas suspiran con el comentario de la más joven.


No dedico demasiados pensamientos a Syra, ya que hoy la alegría me embarga, el guapo Érik me ayudará en la investigación. Sólo el beso de Éren enturbia hoy mis pensamientos.

martes, 7 de diciembre de 2010

Las Hijas de la Luna- XIV

Capítulo 14

Un agrio silencio se impone, trato de situarme y de reaccionar racionalmente, pero el miedo me impide pensar. Dos de las sombras desaparecen y vuelven tras unos minutos. Ahora les puedo contemplar más de cerca, son negras y me recuerdan a personas encapuchadas. No tienen ojos ni boca, pero yo noto cómo me miran y les oigo hablar. Permanecen en silencio desde que he gritado, supongo que planearán algo, quizás quieran llevarme con ellas. Me pongo en pie y ellas se alejan unos pasos. Alzo la voz.
-No queréis llevarme con vosotras, aquí me tenéis.- Murmuran algo que no comprendo y dos de ellas se adelantan. Noto una especie de pulso cuanto más se acercan.
-Así que eres tú el ente de Él busca.
-¿Quién es él?- las pulsaciones que emanan las sombras se agitan, por lo que noto que no les ha gustado mi pregunta.
-¿Ella lo sabe?- me preguntan, no sé a quién se refieren y se lo hago saber, las pulsaciones vuelven a acelerarse.
-A la Hija… a Syra.- Las sombras revolotean a mi alrededor como si estuviesen impacientes por irse.
-¿De quién es hija Syra?
-Él te quiere Hermana, no dejes que te lleve.- comienzan a desvanecerse, no puedo permitir que se vayan, extiendo el brazo y logro rozar a una de ella. Un escalofrío me recorre, pero no duele, es dulce, como un abrazo. “Hermana” esta palabra resuena en mi cabeza. Me siento, abatida, en el suelo, esto se me está yendo de las manos, no entiendo nada. Tardo aún un rato en levantarme y bajar a desayunar. La casa está muy silenciosa, incluso demasiado, me pregunto dónde estará mi tía Margot. Supongo que habrá salido o compra, o algo parecido. Desayuno tranquilamente, pero cuando voy a por la mochila oigo un ruido que procede de la habitación de mi tía. Sin pensármelo dos veces me lanzo hacia allí, pero cuando abro la puerta me quedo paralizada, mi tía está tirada en el suelo, gimiendo, parece totalmente desorientada. Tardo aún unos segundo en darme cuenta de que dice mi nombre. Inmediatamente la ayudo a incorporarse y se sienta en la cama, respirando con dificultad. No encuentro palabras para calmarla, así que guardo silencio hasta que ella me pregunta.
-¿Qué ha sido eso?- me explica lo sucedido, que me ha oído chillar, que ha ido a ayudarme y que se pronto se ha desvanecido. Sin mediar palabra me pongo en pie y, echándome la mochila al hombro, abro la puerta para salir. Mi tía me sujeta el brazo, impidiéndome avanzar.
-¿Qué ha ocurrido?- pronuncia lentamente. Bajo la cabeza, avergonzada.
-Las sombras.- no digo más, no sé si ella no entiende o no, sólo sé que no puedo quedarme ni un minuto más cerca de ella.
Mientras estoy en clase no dejo de pensar en mi tía, es un daño colateral, ellas no deberían haberle hecho nada. Me siento muy culpable, yo quería que viniesen a buscarme, pero de todas formas, no he conseguido nada. Medito las mejores opciones y me decanto por la más simple, ir a la Biblioteca en busca de información. Pero antes de poder poner en marcha mi plan Éren me coge del brazo y me lleva a una esquina para hablar. Aún cuando ya estamos alejados de la gente me sigue sujetando con firmeza el brazo, pese a que yo trato de soltarme.
-Tienes que ser más prudente, ayer de poco te desvaneces para siempre.- por lo que veo habla de las sombras. Pero su tono no es de miedo, si no de resignación, como si esperase que eso ocurriese, pero en otro momento.
-Debiste haberme dejado con ellas.- Me suelta el brazo, en el que han quedado unas pequeñas marcas, y me mira con ternura. Dice algo en voz muy baja, así que no le entiendo. Se inclina hacia mí y se queda a un centímetro de mis labios, aspira y me da un suave beso, un beso dulce, sincero, un beso cargado de ternura, me duele decirlo, pero un beso de despedida. Veo como se aleja, perdiéndose en las calles, durante unos minutos soy incapaz de reaccionar, luego, avanzo automáticamente.
No se puede decir que la Biblioteca sea un edificio llamativo, de un gris piedra bastante común, no se diferencia demasiado de los edificios de alrededor, si no fuera por la escalinata que sube hasta la puerta principal. Una vez dentro la penumbra es monótona y pesada. La gente son simples siluetas difuminadas, parece que hayas entrado en otro mundo. Las estanterías, todas iguales, se alzan hacia un techo inalcanzable, formando un laberinto tapizado por tomos de todas las clases y colores. Me siento intimidada, la gente te mira como si hubiese invadido un rinconcito privado de sus vidas, y probablemente sea así. Sé que me he perdido cuando aparezco frente a una puerta en la que pone “ALMACÉN” Genial, ahora como salgo de esta. Me acerco a la puerta cuando alguien la abre con brusquedad y, golpeándome en la frente, me tira al suelo. Rezo por no haberme roto nada cuando un chico moreno me levanta, tiene los ojos grises y una sonrisa abierta y sincera.
-Lo siento, lo siento de veras.- no puedo hablar, entre la conmoción del golpe y de ver a ese chico soy incapaz de hilar dos pensamientos coherentes.- ¿Te has perdido?
Increíble, además de guapo, lee los pensamientos. Asiento a duras penas y, poniéndome de pie, él me guía sin que me dé cuenta al puesto de información. Aprovechando que me he apoyado en la mesa de madera se cambia de lado y, prendiéndose de la camisa una tarjeta, me pregunta por mi búsqueda. Miro la tarjeta con curiosidad, en la foto sale con el pelo revuelto y una mueca pícara, que denota seguridad. Más abajo pone “Érik, encargado del puesto de consulta” Así que Érik.
-Yo soy Iara.- me presento, él pone una mueca, no me ha dicho su nombre, entonces se percata de la tarjeta y se echa a reír.
-Encantado ¿Qué es lo que buscabas?- Mientras pienso las palabras claves tamborileo los dedos con nerviosismos.
-Entes y Sombras.- digo al fin, no sé siquiera si eso existirá, pero su rostro muda para mostrar una gran preocupación.
-Ven mañana y te ayudaré.- dice y, tras esto, sonríe.
No puedo quitarme de la cabeza al chico de la Biblioteca, tampoco será mucho más mayor que yo, pensando en eso casi se me ha olvidado el beso de Éren, pero el recuerdo vuelve y con él me duermo.

-Empiezan a saber cosas.- comenta la mujer mayor, mientras se lleva las manos a la cabeza y se masajea las sienes.
-Tarde o temprano tendrán que saber toda la verdad.- advierte la joven, que parece tener la mente en otra parte.
- Ya están todos los peones sobre el tablero.- Comenta la más mayor mirando hacia arriba, como esperando alguna señal.

No es un despertar dulce, sino brusco, como si me hubiesen agitado. Pero no, no hay nadie cerca, sólo se oye un grito y a alguien hablando.
-No chilles Garel, son sólo dos puntos.- Mi corazón se encoge.