domingo, 10 de octubre de 2010

Las Hijas de la Luna- VI

Capítulo 6

Es algo que hace mucho logré aprender a controlar, lo de desear ser Syra, muchas veces lo he deseado, con toda mi alma, pero soy Iara, y tengo que vivir la vida de Iara.
Estoy pensando en eso cuando el autobús para a la entrada del instituto. Mi estómago ruge, sin duda mosqueado porque lleve un mes sin apenas llevarme nada a la boca. Como cada mañana les veo ahí, en la entrada. Shyrell muestra una gran sonrisa, a Éren se le ve distante. No quiero verles, así que doy un pequeño rodeo, para entrar por la parte trasera. Huele a basura a todas horas del día, y con el fuerte calor que estos días asola la ciudad el olor se ha vuelto aún más intenso. Hago ademán de taparme la nariz, entonces noto un resbalón y caigo de bruces en el suelo, justo al lado de un cúmulo de basura. Imagino el panorama, yo tirada en el suelo rodeada de basura, chorreando aceite. De maravilla, ahora parezco una vagabunda de una película. Entro directamente al baño para tratar de limpiarme. La ropa ha quedado medianamente aceptable, sólo un tremendo manchurrón de agua, que espero que se seque, pero lo peor es que está en un lugar muy comprometido, justo en el culo. Respiro hondo esperando que nadie se dé cuenta, aunque sé que es imposible. Pero mi pelo es una historia aparte. Me lo lavo en el lavabo, pero no tengo esperanzas de que quede, siquiera, decente. Cuando entro en clase miro al suelo y me siento en mi silla, a pesar de que aún mucha gente está fuera. Parece que paso inadvertida para los demás. No, no para todos. Shyrell se acerca con una enorme sonrisa en los labios, tras ella, Éren.
-Veo que hoy te ha dado por este atuendo tan, informal.- Dice tomando un mechón de mi cabellos, oliéndolo, y riéndose a carcajadas. Es ahí cuando toda la clase se entera de mi pequeño incidente y todos se ríen de mí. La odio más por momentos. Éren rehúye mi mirada, si bien no ríe con los otros, tampoco me defiende ante su hermana. Cuando Shyrell se aleja Gwen se acerca cauta, veo el miedo en sus ojos.
El resto de la mañana transcurre sin incidentes, bueno, lo que se dice sin, sin…
En clase de lengua nos llaman a Gwen, a Shyrell, a Éren y a mí. Nos comunican que tienen en mente hacer un trabajo especial para celebrar el cincuenta aniversario del instituto. Abro mucho los ojos. ¡Encima esperarán que trabajemos juntos! Pero Shyrell se adelanta a mis protestas y, con una deslumbrante sonrisa acepta.
-Será maravilloso trabajar con dos de las alumnas más capaces del centro. Así mismo, creo que me ayudará en mi integramiento, mi hermano Éren me ayudará con eso.
Deseo cogerle del cuello y estrangularle, pero cojo aire y me concentro en las baldosas del suelo que se han vuelto, de pronto, tremendamente interesantes.
A la salida de clase veo que Gwen está aterrorizada, y no es para menos, en poco tiempo tendremos que quedar con los mellizos, lo que quiere decir que algo nos ha preparado Shyrell, eso seguro.
Decido caminar hacia mi casa, está lejos pero tengo tiempo, necesito pensar. En cuanto comienzo a alejarme del instituto un intenso dolor comienza a subirme por el pecho. Es un dolor profundo, un dolor psicológico, es un dolor de estos que ocupan toda tu mente. Las lágrimas comienzan a salir de mis ojos antes de que sepa que tengo ganas de llorar. Me cuesta respirar pero sigo avanzando lentamente. Me he alejado de las calles principales y allí, al cobijo de las sombras, me permito llorar de frustración y de dolor. Una sola imagen viene a mi mente, unos cabellos rubios, unos ojos verdes, un rostro que quiero más que nada. Éren. Cada vez me cuesta más respirar, pero no puedo parar, no me lo permito. Como tampoco me permito llorar delante de tía Margot ni Gwen. Mi tía está muy sola, me necesita fuerte a su lado, necesita saber que siempre la querré. Gwendoline me necesita, necesita que le apoye, sé que a ella no le gusta reconocerlo, pero necesita sentirse querida, como todos. Pero ahora estoy sola, puedo al fin dejar esa pose de líder segura de mí misma y desmoronarme. Se me hace imposible respirar, así que me siento en una caja de madera. Trato de respirar hondo, pero su imagen sigue atormentándome. Recuerdo la primera vez que lo vi, recuerdo su timidez y mi inmediato encariñamiento, recuerdo la primera vez que se rió conmigo, me sentí tan orgullosa, recuerdo como me fui enamorando poco a poco, la verdad es que fue un problemón porque Gwen estaba también por él, así que pensé que ella se lo merecía más, por eso me fui alejando de él, Gwen lo intentó, pero no funcionó, sobre todo porque él no puso mucho de su parte. Recuerdo el día que discutimos, más de lo normal, y que enfadada le chillé que no entendía cómo había podido enamorarme de él, porque era un egoísta, se quedó ojoplático y yo salí por piernas. Vuelvo a sollozar con fuerza. Recuerdo como se acercó a mí una tarde, cerca de mi casa, recuerdo como nos acercamos, recuerdos sus labios, recuerdo sus besos. Pero lo que más recuerdo es su sonrisa, quiero esa sonrisa, la quiero más que a nada. Me dispongo a levantarme cuando noto algo raro. Las sombras de mi alrededor comienzan a agitarse, no sé si es producto de la imaginación o de la luz. Pero mi sentido de peligro se activa, tal y como hizo cuando conocí a Shyrell. Los músculos se tensan y echo a correr, corro más de lo que jamás he corrido, pero de pronto las sombras me rodean. Estoy segura de que no me lo estoy imaginando, han formado una especie de ejército, son entes oscuros, sin rostro, se mueven ondulantemente. Tengo mucho miedo, las sombras se acercan, yo lanzo puñetazos al aire y comienzo a gritar. Pero parece que nada puede evitar su avance, susurran, ahora las oigo, susurran mi nombre, también dicen algo más pero no logro entenderles, me arrodillo y me tapo los oídos, pero sigo oyéndoles, en mi mente. Lloro, sin poder hacer nada más. Voy a morir, pienso, Éren, es lo único que pienso.
-Alejaos.- Oigo una voz que ordena. La he reconocido, pero no me lo creo, así que permanezco así, en el suelo, llorando. Cuando me pone en pie y veo sus ojos verdes, primero pienso que es Shyrell que ha venido a rematar la faena, pero amo demasiado ese rostro para confundirlo.
-Éren.- Está envuelto en una luz verdosa. No hay rastro de las sombras. Solo estamos él y yo.
-Iara.- susurra. Me abraza con fuerza contra sí, pero yo no doy crédito. Me acaricia el pelo, que recuerdo, llevo lleno de porquería, pero a él parece darle igual. Me separa un poco de él para mirarme a los ojos, está llorando. Mi corazón se enternece y relajo todos los músculos.-Estoy aquí, estoy contigo.
Reúno esa fuerza con la que todos los días me levanto y me enfrento a él.
-Éren.- digo alejándome de él.- Has cortado conmigo cobardemente, alejándote de mí, dejándome sola, así que ahora no te comportes como si te importase algo.- He acabado gritándole. Parece desconcertado.
-No quería que llegásemos a esto.
-Era más fácil que me lo dijeses a la cara.- miro al suelo conteniendo las lágrimas.
-Iara, yo te quiero, pero las cosas no son tan fáciles.- Me vuelve a abrazar.- Es por eso por lo que te trato así.
-Eres un cobarde.- le espeto.
-Sí, tengo demasiado miedo a que te ocurra algo.- Me besa, pero no como normalmente, no con dulzura y cariño, si no con pasión, con necesidad. Me sorprende cuando se aleja, tiene los ojos duros.
-¿Eres un sueño?- susurro. Sonríe y guardo esa imagen en mi mente.
-¿Sabes acaso distinguir entre un sueño y la realidad?- No entiendo lo que ha querido decir, pero ya se ha ido. Continúo caminando hacia mi casa sin querer pensar.
A la hora de dormir Éren está más presente en mis pensamientos que normalmente, pero también el incidente con las sombras.

En otro lugar dos mujeres se miran con dureza.
-Ha comenzado.- Comenta la más mayor y más baja.
-Es precipitado.- Añade la más joven.
-Hay que hacer algo.- Apremia la mayor.
-No hay nada que hacer contra el destino.- Matiza sabiamente la joven.
Ambas se alejan cada una con una muchacha en mente.

Me estiro, me noto entumecida, anoche lloré. No sé si de alegría o de tristeza. También Iara ha llorado, lo siento por ella, está destrozada. Me levanto, pero no hay nadie en los pasillos. Noto una presencia a mi espalda. Garlión, rey de Derán se alza tras de mí, apoyado en la pared.
-Buenos días, princesita.

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