domingo, 12 de septiembre de 2010

La Hijas de la Luna- II

Capítulo 2

No tardo demasiado en salir de casa, pero como siempre, es demasiado tarde. Me echo la mochila al hombro y echo a correr hacia el autobús que, como cada mañana, se mantiene unos minutos con el motor encendido, esperando a que aparezca. Me siento atrás del todo y miro por la ventanilla. Hoy tengo mal cuerpo, creo que ha sido por el encontronazo de Syra con Alec, me pregunto quién será ese misterioso muchacho con aquella fría sonrisa. Me obligo a mí misma a pensar en el álgebra y mi mente se llena de pronto de números y más números. Repasando mentalmente la lección hemos llegado al instituto. No hay prisas por bajar, nadie quiere entrar. Un par de chicos están fumando en el muro exterior, yo entro sin mirarles. Camino automáticamente hacia mi aula y sólo cuando estoy sentada en mi mesa me doy cuenta de que soy la única. Un gran revuelo se ha formado en torno a la mesa de la profesora, a la que se oye pegar pequeños gritos desesperados. Me acerco con curiosidad, asomándome por encima de algunos hombros. Aún así no logro entender nada. Resignándome me apoyo contra el marco de la puerta y me dedico a observar lánguidamente mis uñas. Alguien se me acerca, sé quien es antes de que abra la boca. Levanto la vista hacia sus ojos verdes cuando una voz chillona me hace apartar la mirada.
-Es su hermana- grita Gwendoline- Es la hermana de Éren.
Miro al chico a los ojos y él me devuelve una amargada sonrisa. Todos sabemos de la hermana melliza de Éren, pero nadie nunca la ha visto. El chico me dice todo lo que piensa con la mirada, es fácil adivinar su desgana. Con Gwen es todo lo contrario, la chica brinca de júbilo, está más radiante que nunca. Cualquier cotilleo fresco es un alimento para la insaciable Gwen.
-Resulta que la trasladan de instituto, porque parece que en el otro no lograban sacarle todo el partido posible- Comenta mi amiga bajando la voz e imprimiendo en la frase un tono de fascinante misterio. Yo sonrío con ironía pero la profesora ya está chillando como una loca que nos sentemos en nuestro sitio. Se ha puesto roja y todos obedecemos. El examen se me hace interminable. Cuando al fin hemos acabado las clases tengo ganas de irme a casa, pero aún tengo que hablar con Éren. El chico está apoyado contra la pared del pasillo, yo me acerco, poniéndome a su lado. La trenza ladeada que llevo me molesta, pero no me apetece moverme, estoy bien así.
-No quieres que tu hermana venga ¿no?- pregunto. Él niega firmemente.
-Su sitio no está aquí.- Dice con cierta amargura.
-Piensa en positivo.- le animo.- Así conoceré a mi cuñada.
Poniéndome de puntillas le beso, pero él no responde a mi beso. Me separo.
-¿Qué ocurre?- digo buscando su mirada, él aparta los ojos.
-Es que no me apetece.- Susurra con desgana. Respiro para contenerme, sé que me ha mentido. De todas maneras vuelvo a besarle, apretando fuertemente mis labios contra los suyos, al final cede. Se oye un quedo “Te quiero” que no sé si surge de él o de mí, aunque probablemente sea de ambos. Nos quedamos unos segundos así, frente contra frente respirándonos. Me doy cuenta que lleva mi colonia favorita y eso me hace sonreír. Nos separamos, Éren tiene una sonrisa melancólica y me mira profundamente. Pongo una media sonrisa y me alejo. Gwen me hace señales a lo lejos, cuando llego a su altura me reprende por mi tardanza, pero en el fondo le encanta que me haya quedado con Éren.
Llevo toda la tarde atareada con muchos deberes, ya es la hora de que me vaya a dormir. Caigo en brazos de Morfeo con el recuerdo de la colonia de Éren.

Me despierto con las risas de mis hombres, prefiero eso mil veces al despertador. Garel entra en ese momento en mi tienda, él no ríe.
-El joven que sobrevivió ayer dice ser el Príncipe Alec.- Nos miramos y yo suelto un bufido irónico.

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