sábado, 19 de febrero de 2011

Las Hijas de la Luna - XVII

Capítulo 17

Mi cuerpo actúa casi automáticamente, me siento bien sobre el caballo y tomo las riendas con seguridad tirando con firmeza para que mi montura disminuya su velocidad. Cuando logro controlarle miro a mi alrededor, varios soldados han frenado y me miran con incredulidad. Mi marido no tarda mucho en ponerse a la par que yo con una inmensa sonrisa.
-¿Qué está pasando?- pregunto seca, mirándole fijamente. Odio que se comporte así, como si tuviera algún tipo de control sobre mí.
-Estabas dormida y teníamos que ir hacia Derán si queríamos llegar a tiempo. No había forma de despertarte y Garel nos contó que tú ye despertarías cuando lo consideraras necesario, así que no teníamos nada que hacer.- Sigue sonriendo, empiezo a aborrecer esa sonrisa. Acelero para ponerme a la altura de Garel y Saskia, que, inexplicablemente, charlan pacíficamente. No tengo que comentarles el motivo de mi enfado, pero ambos guardan silencio.
-No es justo.- comento al rato. Los dos me miran, pero continúan sin decir nada.- Él no es más que yo, yo soy la Reina de Kniss.
-Habla con él.- comenta Saskia. Valoro la posibilidad, pero no sé si sacaré mucho en limpio hablando con él. Es tan testarudo como yo, será difícil hacerle entender que se está equivocando en la manera de tratarme. Cuando logro olvidar momentáneamente mi enfado otro caballo se nos acerca. Pero no es una agradable sorpresa, al contrario, es Garlión. No parece que venga con intenciones de pelea, lleva la cabeza baja y los hombros encogidos. Se me antoja un ser débil e indefenso.
-Mi hijo ya no me tiene en cuenta.- Suspira.- La noche de la pelea me durmió.
Mi rostro se torna de sorpresa al oír sus confesiones.
-Debemos hacer algo.- continúa.- Él aún no es Rey de Derán y es sólo Rey consorte de Kniss, no puede comportarse como si fuera el Soberano de ambos países. El poder que dice tener lo consigue de invalidarnos a nosotros, que somos los verdaderos Reyes, los que realmente tenemos el poder de dirigir a nuestros pueblos.
-Pensaba que no me creía capaz de gobernar a mi pueblo.- sus palabras me están convenciendo, pero no me fío con facilidad. Él pone una sonrisa melancólica.
-Es el Rey Elmer, el rey de Transer, quién no confía en tus capacidades. No has tenido a un padre que te guiase y eso es algo que le hace desconfiar. Debo mantener esta actitud, es conveniente para la paz de mi pueblo.
Suspiro y aparto la mirada, no quiero demostrarle a Garlión que me ha convencido. Él se aleja en silencio pero soy incapaz de destensar los hombros. Por mi mente pasan muchas ideas, muchas historias; mi cabeza es un hervidero. Mantengo el rostro tenso durante todo el camino a Derán. Para recibirnos han mandado a varios sirvientes que nos indican nuestras habitaciones, no le dirijo la palabra a nadie, sigo demasiado preocupada.
Hay varios vestidos tendidos sobre la cama, mi marido los mira con curiosidad.
-El rosa te quedaría bien.- Le fulmino con la mirada y me coloco un vestido azul mucho más sencillo. No me como la cabeza con el pelo y con una simple coleta me siento satisfecha. Juntos nos acercamos al comedor donde nos esperan, él se ha arreglado a conciencia, ya que este es su reino, su hogar. Al entrar le agarro del brazo, para aparentar una tranquilidad y felicidad que está lejos de la realidad. Todo el mundo parece amable, pero Garlión vuelve a ser el mismo brabucón de siempre, veo que se siente seguro. En la mesa está toda la familia de Keneth, y noto como la pequeña Lish me mira todo el rato. También hay otra familia de nobles sentada, me los presentan como los Delareon, una de las hijas, la muchacha rubia, mira mucho a Keneth, por lo que deduzco que hay algo entre ellos. Creo que me la han presentado como Dánae, la joven se dirige a mí.
-Y Majestad, ¿sabe si está en estado de buena esperanza?- comenta con voz entrecortada.
-Aún no lo sé, pero esperamos que no tarde mucho.- el resto de los comensales ríen, incluso mi marido, pero ella agacha la cabeza.
Al acabar la comida salgo de inmediato, me estoy agobiando, aquel no es ni mi ambiente ni mi gente. Pido que me traigan a un mensajero y cuando éste llega le miro con serenidad.
-Tengo que encomendarte una misión sumamente importante.- noto como contiene el aliento.- Has de ir a Forald y enterarte de si el príncipe Alec ha fallecido, pero no quiero que te contentes con los chismorreos de los plebeyos, quiero que lo sepas por fuentes de absoluta confianza.
Él asiente y sale de mis aposentos rápidamente. Minutos después alguien abre la puerta, es Keneth, seguido por toda su familia.
-Pretendía descansar, querido.- Comento con fingido cariño.
-Lo siento, amor, pero me gustaría presentarte a mis hermanos.- Sonrío y me siento mi recta en una butaca. El primero en dar un paso a delante es el hermano menor de Keneth.- Él es Jerey, mi hermano inmediatamente inferior.- Asiento y él me besa la mano. Tendrá sus trece años, el pelo revuelto y el rostro mucho más aniñado que el de mi marido, pero muy parecido, lo que menos me gusta de él son sus ojos, me recuerdan demasiado a los de su padre.- Y ella es Lish, aunque creo que os conocéis.- La pequeña es preciosa, siempre lo he pensado, me mira dubitativa y yo le sonrío tratando de transmitirle confianza.- Y por supuesto mi madre Herala y mi padre Garlión.- Hago un reverencia solemne y ellos me responden de igual manera.- Ya te dejamos descansar, vida mía.- Sonrío, pero en cuanto sale por la puerta una mueca de desagrado inunda mi rostro y me levanto con la intención de ir a buscar a Garel, que seguramente logrará calmarme. Pero apenas he dado un paso cuando Garlión entra por la puerta, lo hace disimuladamente, como si no quisiera que nadie le viera.
-¿Qué quiere, Garlión?- él se me acerca y se apoya en el respaldo de mi butaca.
-Quiero saber que estará de mi parte.
-¿De su parte en qué?- saca la mano de debajo de la chaqueta del traje y me muestra una daga sucia y oxidada.
-En la muerte de mi hijo.- Abro mucho los ojos y me siento, conteniendo la respiración.- Keneth no es digno de portar la corona de Derán- al ver en mi rostro mi desacuerdo sonríe.- No perderá la posibilidad de gobernar este país en unos años, a la muerte de su esposo estará desolada, pero no podrá negarse a un compromiso con su hermano Jerey para mantener la sagrada unión entre Kniss y Derán.
-Por qué le interesa tan poco mi unión con Keneth y tanto mi posible matrimonio con su hermano.
-Simplemente porque Keneth no es capaz de soportar el peso de la corona con dignidad, ni siquiera es capaz de respetar a su esposa y el honor de su noble cuna. No le pide opinión, no la tiene en cuenta para nada, para él sólo es un florero.- está usando las palabras justas, está tocando los temas apropiados, pero no va a ser tan fácil convencerme de que asesine a Keneth. Me quedo impresionada de que haya podido siquiera pensar en esa posibilidad, pero será mejor tener a Garlión de mi parte, así que extiendo la mano temblorosa y tomo la daga. Él sonríe.
-Estaba seguro de que ya estabas harta de ese malnacido.
Cuando me acuesto tengo el corazón encogido, puedo oír la débil respiración de Kenneth a mi lado, me cuesta dormirme.

Hoy me he despertado demasiado tarde, pero la simple idea de tener en mi poder el ese libro tan especial me hace ponerme en pie a toda prisa y buscarlo debajo de la cama.

No hay comentarios:

Publicar un comentario