lunes, 27 de septiembre de 2010

Las Hijas de la Luna- IV

Capítulo 4

Me noto nerviosa cuando me llevo la taza de leche a los labios. Mi tía también lo nota, ya que se para de su frenética actividad y me mira apoyada en la encimera.
-¿Ocurre algo Iara?-Niego con la cabeza, pero no soy muy convincente.- ¿Ocurre algo en clase? ¿Has discutido con Éren?
La miro sorprendida, no había pensado en Éren hasta ahora, quizás él también esté nerviosos, ayer estaba raro. Sigo pensando en ello cuando noto que mi tía Margot sigue mirándome esperando una respuesta, sacudo la cabeza antes de hablar.
-Han trasladado a la hermana de Éren al instituto.
-¡Eso es fabuloso!- dice a la par que se le iluminan los ojos y mueve los brazos sin parar, primero los cruza, luego los pone en sus caderas para finalmente dejarlos colgar.- Si quieres hago galletas y la invitas esta tarde a merendar.
Una respuesta cursi digan de tía Margot.
-No tía, no se va a convertir en mi “amiguita”- veo que se siente ofendida y me arrepiento de haberle hablado así.- Es la hermana de Éren.
-¡Oh cariño! Es sólo su hermana.- Veo que se acerca con gesto maternal y me atusa el pelo.- Si tu madre estuviese aquí seguro que se reiría.
Mi madre murió cuando yo nací, así que quedé al cuidado de mi tía soltera Margot, ya que de mi padre nunca se supo nada. Mi tía me cuenta que era un hombre atractivo con una sonrisa difícil de olvidar.
Salgo corriendo al autobús y para cuando llego al instituto estoy temblando. No sé de qué tengo tanto miedo, pero lo tengo. Dando pequeños pasos llego al fin a mi aula. De nuevo nadie está sentado, todos rodean a alguien. Éren está apoyado en la pizarra, cabizbajo, así que no dudo quién es. El círculo se abre, para dejar a la vista a la hermana de mi novio. Cruzamos una intensa mirada y sus ojos verdes se introducen en mi mente cual veneno, que me impide pensar. Y ahí está, mi sentido de peligro se activa de golpe, todos mis músculos se tensan y mi sangre fluye con fuerza hasta mis sienes, estoy dispuesta a saltar o a correr si es necesario. Pero nada ocurre, sólo que la profesora nos manda sentarnos. Obedezco automáticamente, pero la hermana de Éren ya ha apartado su mirada de mí. Estoy desconcertada. La profesora la presenta como Shyrell, no volvemos a cruzarnos en todo el día.
Hasta la salida. Mi amiga Gwen, como buena periodista y cotilla, se acerca a la hermana de Éren. Comienza con preguntas superficiales, para ir profundizando poco a poco.
-¿Qué te ha traído a este instituto?- pregunta Gwen, consultando su libreta y con el bolígrafo a punto para escribir la respuesta. Los ojos de Shyrell se oscurecen.
-Pues desde luego no la cotillas como tú, que viven de vidas ajenas porque no pueden vivir la suya. ¡O crees que tienes alguna posibilidad en la vida con esa facha que tienes!- dice con más crueldad de la que cabe esperar de alguien que no conoce de nada a Gwen, ha tocado sus puntos débiles. Mi amiga, que es rubia, con el pelo largo y siempre bien cuidado, con grandes ondulaciones, que tiene unos cálidos ojos castaños y que siempre será bajita y regordetita, baja la cara enrojecida, tratando de no llorar. Yo me adelanto y le abrazo con cariño, ella llora en mi hombro. Mientras Shyrell se aleja.
-¡Eh, tú!- bramo enfurecida. Se gira para mirarme. Noto que Éren se coloca a mi lado.- Sí tú, la que reparte crueldad gratuita a diestro y siniestro. ¿Quién te ha dado permiso para hablarle así a mi amiga, la que, por cierto, no te ha hecho nada?
- Acaso tengo que pedirte permiso para hablar con la ridícula de Gwendoline.- Dice con aires de superioridad, lo que sólo logra enervarme aún más.
-Te prohíbo que hables así de ella, tampoco hables con ella, la pobre no te ha hecho nada.- Noto que clava sus ojos verdosos en mí, y de nuevo noto la ponzoña que entra en mi mente y no me deja pensar con claridad.
-Haré lo que me plazca.- Juraría que sus palabras han sonado también en mi mente. Ya se está alejando cuando logro recuperar el control sobre mis pensamientos.
-¿Quién eres tú para hablarme así?- se gira y hace un leve gesto con la cabeza. Éren se aleja de mi lado y va hacia ella. He captado el mensaje. Abrazo a Gwen con más fuerza mientras trato de no ponerme a gritar en medio de la calle, de no ir a buscar a esa malvada chica y arrancarle los pelos uno a uno, pero consigo mantener la calma, por Gwen.
Sólo cuando llego a casa me permito dar rienda suelta a mi enfado y golpeo con fuerza la mesa de la cocina. Mi tía, asustada, viene corriendo del salón, con las gafas de ver la televisión mal colocadas sobre su aguileña nariz. Le cuento todo lo sucedido con la arpía de Shyrell. Ella me mira con comprensión mientras me prepara unos filetes, los engullo rápidamente y me voy a la cama.
Antes de dormirme pienso en Shyrell y en su perversa forma de tratar a la gente, y, lo que más me preocupa, de controlar a su hermano. Es ese sentimiento el que me acompaña al dormirme.

Cuando me despierto es algo más pronto de lo normal. Me visto sin prisas. Noto en mi interior el enfado de Iara y deduzco que hoy no será un buen día. Llaman a la puerta y pasa un mensajero, informando de que la regente me espera en la sala de tácticas. Es muy pronto incluso para ella. Eso sólo hace que se confirmen mis sospechas de que hoy es un mal día.

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