domingo, 5 de septiembre de 2010

Comienzo de: Las hijas de la Luna.

Hace un buen día ¿verdad? Pues me alegra decir que va a mejorar drásticamente. Hoy dará comienzo la novela online Las hijas de la Luna. En esta novela cada semana se publicará un nuevo capítulo que dará continuidad a la historia protagonizada por Syra e Iara, ya las conoceréis. Espero que disfutéis leyendola tanto como yo escribiéndola.
Ana


Capítulo 1

Noto el intenso frío que nos rodea cuando el chapoteo de mis botas sobre el fango se vuelve excesivamente intenso. Es en ese momento cuando me percato de que el cuero de mi calzado está prácticamente congelado y me oprime los pies haciendo casi imposible continuar la marcha. Mis manos permanecen agarrotadas en torno a la empuñadura de mi espada y de mi pelo penden pedazos de hielo. Suspiro y un denso vaho se forma en mis labios, miro hacia atrás, mis compañeros me miran escrutadores, esperando órdenes. Permanezco unos segundos más en silencio, meditando, no puedo permitirme el lujo de acampar ahora, si sufrimos un ataque sería muy peligroso. Calculo mentalmente la distancia que nos separa del enemigo, exhalo, demasiada para cubrirlo todos en una sola noche.
-Garel- susurro. Oigo unos pasos acelerados que se colocan a mi lado- ¿Hay alguna forma de atajar hasta el campamento de Orz?
Él parece meditarlo porque guarda un intenso silencio que me incomoda. Después echa un vistazo a mis hombres.
-No con tantos- afirma bajando la cabeza. Me siento en una piedra y los demás me imitan, están demasiado cansados para preguntar, todos lo estamos. Este frío me cala hasta los huesos y me impide pensar. Cierro los ojos, y respiro profundamente, el aire helado hace que sea una tortura. Una idea cruza por mi cabeza, hago un esfuerzo por ponerme en pie. Busco con la mirada a Garel, que se acerca sin que tenga necesidad de decírselo. Le comento que tengo un plan, su mirada es escéptica. Nombro a unas cuantas personas y les ordeno que se encaminen hacia el campamento sin detenerse. Me miran sorprendidos, pero obedecen. En ese momento me pongo a organizar a los pocos que me quedan según los planes de Garel para atajar. Cuando entiende lo que pretendo hacer abre los ojos desorbitadamente, acabo de enviar a mis hombres y mujeres más rápidos directamente hacia el campamento, por el camino largo.
-Syra estás loca- me grita, pero mi mirada contundente le hace callar- Llevarnos a los más lentos sólo nos retrasará aún más.
Soy consciente de ello y se lo hago saber, él me sigue mirando incrédulo. Pero no hay tiempo para eso, así que acabo de organizar y nos ponemos en camino. Garel tiene razón, el camino ya es bastante tortuoso, y encima llevamos a los más lentos. Pero eso ahora no importa, ahora tenemos que seguir.
Llevamos varias horas en pie, caminando sin cesar y mi preocupación va en aumento. Sé que pronto debo dormir pero antes tengo que zanjar esto. Al fin vemos titilar las pequeñas hogueras del campamento enemigo. El bosque nos sirve de cobijo, de modo que podemos observarles sin temor a ser vistos. Falta poco para que la noche se eche completamente sobre nosotros y los guardias aún están frescos, lo que nos dificulta el ataque. Mis compañeros arman filas tras de mí, tratando de actuar con sigilo. Garel está de cuclillas a mi lado y observa con ojos fríos a los otros. Cuando mis hombres están en posición hago una disimulada señal, y el infierno se desata. Mi ejército entra de sopetón en el campamento, cubriendo tres flancos y sorprendiendo a los centinelas que estaban sentados al lado de las hogueras. También en las tiendas hay movimiento y de todas partes salen hombres a medio vestir y alguna mujer completamente desnuda, es todo un caos. A la vez Garel y yo cargamos contra la tienda más amplia, la que debería de ser la del general Orz. Un hombre de unos cuarenta años sale de esa tienda y yo le clavo la espada sin dudarlo. El hombre no gime, sólo cae al suelo, cruzo una mirada con Garel y seguimos luchando. A pesar de haberlos pillado por sorpresa son soldados bien entrenados y nos repelen con fiereza, incluso los hombres a medio vestir son unos peligrosos adversarios. Además nosotros estamos agotados tras una dura caminata. Garel y yo chocamos inesperadamente, cada uno inmerso en su propia lucha, mis ojos reflejan miedo, los suyos, resignación. Me siento la peor líder que jamás haya existido, no puedo evitar recordar las palabras que mi padre dejó grabadas en el tapiz que preside mi habitación “Toma decisiones, si son justas y sensatas, sean cuales sean, síguelas hasta el final” Trago saliva y me encaro con mi nuevo oponente, un joven con muchas ansias de sangre. Es en ese momento cuando oigo unos susurros y mis hombres, los que ordené ir por el camino más largo, se unen a la pelea. Con esta nueva ayuda no nos cuesta vencer a los soldados de Orz, sólo uno sobrevive, el joven con el que me estaba batiendo. En el momento en el que al fin logro vencerle ordeno que le aten, ahora tengo cosas más importantes en las que pensar. Garel y yo cruzamos una mirada y nos acercamos al cuerpo yacente del primer hombre que he matado, mi compañero le da la vuelta, para que podamos observar su espalda. No puedo impedir un gemido de sorpresa, la marca de general, en especial del general Orz no está. Él no es. Sistemáticamente comprobamos todos los cuerpos, incluso el de nuestro rehén, que sonríe fríamente, ninguno es Orz, o ha escapado, o nunca ha estado. Apunto con mi espada al cuello del joven prisionero.
-Tu nombre- exijo. Comienza a pronunciar pero aprieto aún más la punta contra su garganta- No te sirve de nada mentir.
-Alec- susurra.
-¿Me has mentido?- pregunto inquisitiva. Pero es imposible deducir una respuesta de su rostro. Ordeno que preparen el campamento. Cuando hemos retirado los cuerpos y el antiguo campamento y hemos colocado el nuestro, ya es noche cerrada. Dando unas últimas órdenes me introduzco en mi tienda. Me desvisto casi sin pensarlo y me arropo con todas las mantas que logro encontrar. El nombre de Alec sigue dando vueltas a mi cabeza cuando al fin logro dormirme.


Me despierto un segundo antes de que suene el despertador, justo a tiempo, suspiro. Esta noche no he tenido mucho tiempo para descansar. Hago un repaso mental para darme cuenta de que soy Iara, eso me tranquiliza, aquí al menos hace calor. Apago el despertador antes de que suene y vistiéndome a toda prisa bajo por las escaleras. El dulce olor a tostadas me reconforta, mi tía Margot me saluda y yo sonrío, aunque estoy preocupada, hoy tengo examen de álgebra.

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